
Abdennur Prado es un converso al Islam, actual presidente de la Junta Islámica de Catalunya. Sus ideas sobre el mundo musulmán han obtenido notable proyección a través de la página de internet
Web Islam, de numerosas conferencias y de varios libros publicados. Estas opiniones, que en algunos puntos pueden calificarse de poco ortodoxas, han generado polémica y rechazo en varios sectores de la comunidad islámica española. Ayer tuve la oportunidad de escuchar una entrevista y, como viene siendo habitual, me encontré con que estaba absolutamente de acuerdo con algunas de sus afirmaciones y en absoluto desacuerdo con otras.
Entrevista a Abdennur Prado.Lamentablemente una ideología no es solo una suma de opiniones inconexas: dos ideas idénticas pueden servir a ideas superiores de muy distinto signo. Por ejemplo, un fascista y un comunista pueden estar de acuerdo en su rechazo de la contratación de mano de obra inmigrante en condiciones deplorables, pero esta opinión depende en ambos casos de opiniones de un rango jerárquico superior y de signo muy distinto, o incluso totalmente opuesto.
La visión de Prado sobre el Islam me parece lo suficientemente ambigua como para concitar perplejidad en musulmanes de muy distinto signo ideológico. Poseer una ideología llena de aparentes o reales contradicciones no necesariamente es un asunto negativo. Al menos ese tipo de ideologías, en cuanto que originales, puede generar reflexiones útiles y hacer salir del letargo mental a quienes se encuentran demasiado cómodos en sus ideologías
prêt á porter. Sin embargo, las opiniones de Prado están en sintonía con una corriente de pensamiento islámico muy presente en el mundo de los libros, de las universidades y de las conferencias, también en el de algunas élites de creyentes cultos, que pretende hacer compatibles las religiones tradicionales -incluído el cristianismo- con el modo de vida y de pensamiento del mundo actual "occidental." Asumiendo una posición nada ingenua, se diría que esta ambigüedad es menos espontánea de lo que parece. Abdennur en esta entrevista intenta adoptar una actitud crítica, sí, pero se diría que políticamente demasiado correcta con respecto a las instituciones. Esa
demasiada delicadeza, esa vaguedad a la hora de nombrar responsables se vuelve diáfana, por contra, cuando se trata de criticar a los colectivos de musulmanes cuya visión del Islam él no comparte. En esta entrevista él mismo se describe como situado en medio de dos mundos llenos de intereses inconfesables y prejuicios: las instituciones del estado y ciertos lobbys que las manejan y generan islamofobia por un lado, y los grupos de musulmanes de mentalidad tradicionalista y reaccionaria que, ante la islamofobia, optan por el aislamiento, el
radicalismo y la violencia, de manera que retroalimentan esa islamofobia social.
Pero esta aparente ecuanimidad en el análisis de la situación es solo aparente. En un conflicto, dar la misma cantidad de razón a ambas partes no siempre es lo justo. Pues a veces ocurre que, en efecto, una parte tiene mucha más razón que la otra. Veámoslo en este caso:
-En primer lugar, Abdennur no nombra, no concreta cuáles son esos lobbys, pero sí nombra y señala con el dedo a los grupos musulmanes que, según él, son culpables de la islamofobia.
-En segundo lugar, equipara una opción personal, respetable y legal (la de un colectivo que decide aislarse de la sociedad y tener una ideología radical) con un conculcamiento por parte del Estado del derecho básico de no ser discriminado por motivos religiosos.
-En tercer lugar, la acusación de practicar o promover acciones violentas a un colectivo es injustificada e inaceptable. Supuesto que hubiese algo de verdad en esa acusación, me hubiera gustado oír hablar a Abdennur de la promoción y ejecución de acciones violentas por parte del estado contra infinidad de colectivos, por ejemplo, los inmigrantes.
Culpar a medias al débil, al demonizado, al extranjero, al distinto en la misma medida que al fuerte, al que demoniza, al paisano, al mayoritario, casi siempre es injusto para con el primero, y este caso no es una excepción. La ecuanimidad es un espejismo en estos casos. Ser neutral cuando el fuerte oprime al débil es estar del lado del fuerte.
Por otra parte, comparto plenamente varios principios expuestos por el entrevistado, a saber:
1. La necesidad -yo diría exigencia- de que el gobierno cumpla la legislación vigente y no ponga trabas para el ejercicio cotidiano de la religión musulmana -o cualquier otra.
2. La renovación de los interlocutores musulmanes con el gobierno. La Comisión Islámica data de finales de los ochenta y no responde a la realidad del Islam en la actualidad del estado español. Pero, sobre todo, nadie la ha elegido: es impuesta.
3. La contextualización del Islam en el espacio y tiempo en el que es vivido en el estado español. En este sentido, me parece acertado y hasta necesario que se rece en castellano o que hombres y mujeres oren juntos, al menos en mezquitas con mayoría de musulmanes conversos.
Pero, dicho esto, existe un poso ideológico en la exposición de su visión modernista del Islam que me pone alerta. Prado acusa a la Comisión Islámica de sumisión al poder; pero yo veo una sumisión semejante (aunque menos evidente) en sus planteamientos ideológicos. Una organización sumisa al estado es deplorable, pero más deplorable es que esa sumisión se interiorice a través de un
aggiornamiento del Islam que debe adaptarse, según sus propias palabras, a la
democracia española.
Pero ¿cómo se puede pedir tal cosa? La denominada
democracia española es una de las instituciones más antiislámicas que quepa imaginar. Su origen, sus acciones, sus valores y su desvergonzada hipocresía son la antítesis de lo santo. Yo no pienso arrodillarme ante la Constitución, ante la Familia Real, ante nuestro democrático empresariado y fuerzas de seguridad del estado ni ante la fetidez de este sistema de ideas y valores que llamamos con el injustificado y fetichizado nombre de democracia. Precisamente para no tener que hacerlo me he refugiado en el Islam, en la sumisión a Alá, que implica la insumisión a todo lo demás.
Otro síntoma de sumisión al estado de cosas es su afán por presentar el principio ético cristiano de poner la otra mejilla -que merece todos mis respetos, pero que no comparto- como propio del Islam, en el sentido de convertirlo en una religión del pacifismo. En el Islam la paz es solo el síntoma de la justicia social. La paz de los campos de concentración, de los psicotrópicos o de los rebaños no es la paz del Islam. El Islam no pide poner la otra mejilla; muy al contrario, aprueba y exige la guerra defensiva. Es cierto que solo la defensiva, y siempre evitando la violencia gratuíta. Pero parece que en los tiempos hipócritas en que vivimos los musulmanes tenemos que predicar el pacifismo para ser aceptados por la
democracia española que envía mercenarios a asesinar civiles a Afganistán.
En resumen, Prado es certero al diferenciar y pedir que se distingan las costumbres culturales propias de un país de los preceptos genuínos del Islam. Hay un montón de preceptos morales, de costumbres primitivas deplorables o simplemente absurdas que se mantienen bajo la falsa suposición de que son islámicas. Una exégesis razonable del Corán y una correcta comprensión de qué papel juega la Tradición ayudará a esto.
Pero hay algo que chirría en el discurso de Abdenur Prado. dicho con todo el respeto intelectual que me merece y, es más, compartiendo buena parte de su discurso. Bajo el sano liberalismo metodológico en la exégesis coránica se oculta -quizá también a sus propios ojos- otro liberalismo muy distinto, el liberalismo como sistema político y como filosofía de vida. Se nos pretende vender a ambos en el mismo lote. Bajo el atractivo envoltorio de un Islam más abierto, racional y humano se encuentra el regalo envenenado de un Islam sometido al liberalismo.
Y es que el liberalismo político es esencialmente antiislámico. Lo es en la mera teoría y lo está siendo tristemente en la práctica. El liberalismo político es quien masacra pueblos enteros cuyo único delito es ser
insumisos al becerro de oro. No se puede estar con el Islam y con la "democracia" española, no se puede estar con Dios y con el diablo.