Hace unos meses tuve la desagradable ocasión de discutir sobre transgénicos con una chica que acababa de aprobar su licenciatura en Biología. Afirmaba ella que existía una
"leyenda negra sobre los transgénicos" y que los transgénicos eran totalmente inocuos, que
lo decía su profesor. Le pregunté que cómo explicaba entonces los esfuerzos de tantas organizaciones como Greenpeace y de tantos gobiernos por prohibirlos. Me contestó que les movía la ignorancia y el afán de asustar a la gente, porque "
la masa asustada es más manejable." Vamos, que Greenpeace debe ser una organización secreta cuyo fin es asustar a la gente para luego manejarla. Como la estupidez con diploma es una de lás lacras más graves de nuestro tiempo decidí dar por zanjada esa y cualquier otra conversación con ese cerebro transgénico, al que claramente se le había inoculado el gen de Bolonia.
Me ha venido a la memoria esta desagradable anécdota a cuento de las patatas transgénicas Amflora sobre cuyas maravillosas ventajas nos informa la TV. Mi ex-amiga bióloga estará contenta con esta TV educativa y veraz que lucha contra el oscurantismo y la manipulación de turbias organizaciones como Greenpeace.
El mes pasado la Comisión Europea -una institución, por cierto, sin legitimidad, pues no ha sido votada por los ciudadanos- estrenó su nueva vergonzosa singladura
aprobando el cultivo de la patata transgénica denominada Amflora -sí, en nuestro nuevo mundo, las patatas tienen estúpidas marcas corporativas y están sometidas a derechos de autor.
La autora de este engendro propio de Víktor Frankenstein es la multinacional alemana BASF -en la que a buen seguro le gustaría encontrar trabajo a nuestra recién licenciada. BASF... A muchos les sonará que en los años 70 y 80 era la típica marca de los carretes de fotos y de cintas de cassette. Pero pocos sabrán -porque estas cosas se ocultan piadosamente- la historia de BASF durante la Segunda Guerra Mundial. Seguramente es por no abrir viejas heridas, como lo del franquismo en España.
Pues bien, abramos

viejas heridas: BASF formaba parte del complejo empresarial
IG Farben, que se empleó a fondo en proporcionar avances técnicos claves para la guerra al III Reich. IG Farben tuvo incluso su propio
campo de concentración en el que llegó a contar con la mano de obra esclava de hasta 85.000 presos. Lamentablemente no eran presos transgénicos: tendían a morir por tonterías como hambre, enfermedades o frío. Así que había que llamar a las SS para que trajeran más. Uno de los productos químicos estrella de IG Farben fue
Zyklon B. Creo que no es necesario recordar que este gas se utilizó para eliminar a millones de personas en diferentes campos de concentración.
En Nuremberg, los dirigentes de IG Farben fueron juzgados. A la mitad de ellos se le eximió de culpa, y a la otra mitad se le impuso condenas de entre 1 y 8 añitos. ¡Ocho años como máxima pena por administrar un campo de concentración de 85.000 personas y por fabricar Zyklon B para perpetrar un genocidio! Los acusados, por supuesto, no fueron desposeídos de sus bienes inmuebles y en los 50 ya estaban de nuevo dirigiendo las mismas empresas -BASF, Bayer, Hoechst -hoy Aventis- a las que ni siquiera vieron necesario cambiar el nombre. La gente ve con malos ojos a los genocidas vestidos de militar, pero los genocidas empresarios son entrañables y merecen todo nuestro cariño. Al fin y al cabo ellos solo pretendían ganar dinero.
Pero continuemos con el nuevo producto de BASF, la patata artificial Amflora. La propaganda de la radio y TV nos dice cosas como éstas:
1- Que esta patata no está destinada a consumo humano y que se utilizará para crear productos industriales que requieren almidón, como el papel, ya que se trata de una variedad con más almidón que las patatas naturales.
2- Que no es perjudicial para la salud ya que -este argumento lo escuché en boca de un sedicente científico en la radio- "comer un gen, sea cual sea, no es malo, porque todos los alimentos tienen genes"
A lo primero hay que contestar que:
a- La cantidad de almidón de la patata Amflora será similar a la de las demás, lo único que mejorará es la facilidad de procesar ese almidón.
b- La Comisión Europea ha aprobado el uso de Amflora como
alimento: no solo como alimento para el ganado sino también para alimentación humana, siempre que el tanto por ciento de este producto no supere el 0´9%.
Y a lo segundo, que comer un gen por supuesto no es malo. Afirmar eso es tratar de idiotas a la audiencia. Cualquier alimento tiene genes, obviamente. Yo no soy bióloga, como mi amiga, pero ya sé que ése no es el problema. El problema es que la presencia masiva de la patata Amflora podría aumentar la resistencia de determinadas bacterias a antibióticos imprescindibles en tratamientos contra enfermedades como la tuberculosis. (Qué paradoja que un tubérculo sea el caballo de Troya para una nueva época de tuberculosos incurables.)
La patata transgénica Amflora de BASF está ya presente en nuestra cadena alimentaria y la Comisión Europea lo ha permitido para que unos pocos bolsillos se enriquezcan y unos cuantos jóvenes idiotas y sin conciencia encuentren un puestecito de trabajo en un laboratorio. Espero que ellos sean los primeros en emular a la Dama de las Camelias.
Sobre los transgénicos en general conviene recordar que, además de problemas de salud, generan problemas económicos gravísimos. Los alimentos transgénicos tienen propietario. Del mismo modo que uno no puede fabricar Coca-Cola y ganarse la vida con ello, ningún agricultor puede producir patatas Amflora sin pagar a BASF. En un futuro previsible, en el que las semillas naturales estén en museos, nadie podrá plantar en su huerto sin pagar por ello. Y es que, además, los cultivos transgénicos pueden perfectamente "colonizar" cultivos no transgénicos. Ningún organismo garantiza que esto no suceda y no cabe duda de que empresas como BASF o

Monsanto no van a renunciar a que esto ocurra, puesto que es algo que también puede programarse genéticamente. Al final los cultivos transgénicos se "comerán" a los naturales. Por si alguien no se había dado cuenta, esto último es lo que persiguen empresas como Monsanto o BASF, que nadie pueda producir sus propios alimentos sin pagarles a ellos. Por ello es por lo que invierten ingentes sumas en sobornar a los parlamentarios y a los gobiernos para que aprueben unos productos que, de otro modo, estarían completamente prohibidos.
También conviene recordar que nuestro país es de los pocos que no obliga a las marcas de alimentos a avisar que llevan productos transgénicos -aunque por lo visto las cajetillas de tabaco deben llevar un cartel luminoso que nos hable de lo malo que es fumar.
Dedico este post a mi querida amiga para que siga conservando ese sentido crítico tan agudo que le ha permitido comprender que Greenpeace solo busca manipular a las masas mediante el miedo, que BASF y Monsanto van a ayudar a acabar con las enfermedades y el hambre en el mundo y que su profe sería incapaz de mentir por conservar su plaza.