sábado, 3 de abril de 2010

Diálogo de un desesperado con su alma.

Hay dos maneras de concebir la Historia. Según la primera. las cosas no cambian nunca, la Historia es cíclica y solo la apariencia nos engaña haciéndola parecer diferente. Según la segunda, la Historia sigue una línea, para unos ascendente, para otros descendente, de modo que los posibles retrocesos son solo circunstanciales: observada a vista de pájaro la Historia avanza inexorablemente hacia un final que para algunos será feliz y para otros desgraciado.
Generalmente tiendo a ser de la segunda opinión. Pienso que la Historia sigue una línea, no un círculo y pienso que esa línea nos encamina a la catástrofe. He dicho "pienso", pero debe entenderse "siento", porque creo que estas macroconcepciones del mundo son más cuestión de sentimientos que de razones.
Sin embargo, el otro día leí un poema titulado "Diálogo de un desesperado con su alma." Uno de sus fragmentos dice así:

" ¿A quién hablaré hoy?
Los conocidos son malos.
Los amigos ya no son amigos.
¿A quién hablaré hoy?
Los corazones son interesados
y roban los bienes del prójimo.

¿A quién hablaré hoy?
Ya no existen hombres honestos.
Los violentos lo acaparan todo.
¿A quién hablaré hoy?
Los hombres se complacen en el mal.
La bondad está mal vista en todas partes.
¿A quién hablaré hoy?
Ya no hay gente honrada
y el país ha quedado en manos de malhechores.

(...)
La muerte me parece hoy
como el descanso para un enfermo.
La muerte me parece hoy
como el olor del incienso,
como reposar bajo un toldo un día de viento.
La muerte me parece hoy
como el olor de las flores de loto,
como sentarse a las puertas del Reino de la Embriaguez.
La muerte me parece hoy
como un camino llano que me devuelve a casa después de un largo viaje."

Este poema fue escrito en Egipto hace 4000 años, en una época en la que apenas acababa de empezar la Historia. Sin embargo, la Historia ya era vista por su autor como una línea de descenso en el abismo, como un tren descarrilado a punto de estrellarse del que él añoraba bajarse en marcha.
El poema fue escrito en el llamado Primer Período Intermedio, un tiempo de crisis tras el esplendor y la estabilidad del Imperio Antiguo. El sistema que un día generara la seguridad de la Ley y que fue capaz de erigir las pirámides de Guiza, ahora se sumía en el caos.
Visto con la distancia de los siglos, sabemos que ese hundimiento del Imperio Antiguo no fue sino la condición de un nuevo ascenso, que a su vez lo fue para otra nueva caída. Y entonces nos parece que la sensación que algunos tenemos en nuestro tiempo, de un mundo que se desmorona ante la injusticia es solo un error de perspectiva. En cierto modo es tranquilizador. Pero, surgen también las siguientes dudas:
-¿La globalidad de esta decadencia y la posibilidad técnica real de la destrucción del planeta no supone una situación cualitativamente distinta con respecto a las crisis históricas anteriores?
-¿Se puede decir que realmente las cosas "vuelven a su cauce" una vez superado el período de crisis? ¿Es que acaso no se perdieron ya para siempre los logros obtenidos? Hoy nos reímos cuando leemos que Sócrates opinaba que la juventud griega de fines del siglo V estaba echada a perder. Lo vemos como la típica disputa generacional, como un error de perspectiva de Sócrates: él no comprendía que la juventud siempre parece rebelde e indisciplinada. Pero mirándolo mejor ¿es que no tuvo Sócrates razón? ¿Acaso aquella juventud tan bien representada por el inmoral Alcibiades no destruyó de hecho la civilización griega, esa que luego tanto han añorado los sabios del mundo posterior? Sócrates presenció el final de ese mundo y su queja era muy justificada.
-Por último, aun suponiendo que la historia es cíclica ¿qué significa eso para las víctimas de los períodos de destrucción? ¿Acaso alguien los va a resucitar para que disfruten de uno de bonanza? La historia no es cíclica porque el poeta anónimo egipcio murió para siempre y sus esperanzas quedaron eternamente sin cumplir. Es como cuando la tele le dice al parado de 50 años que la economía es cíclica. Supuesto que la inevitabilidad de las crisis del capitalismo fuera una verdad científica y no mera ideología ¿qué le importa eso al parado de 50 años?
El desesperado del poema le habla a su alma y su alma le pide que reconsidere sus pensamientos suicidas, porque si no cumple con los correctos rituales funerarios que exigía la religión egipcia, ella desaparecerá para siempre. Pero es que un período de crisis no lo sería si la religión, la fuente de la esperanza, no estuviese también en las últimas. El desesperado seguramente ya no creía en la salvación de su alma mediante rituales: había visto cómo hasta a los faraones del pasado se les dejaba de hacer los debidos ritos y quedaban olvidados, y hasta sus tumbas destruídas o saqueadas. Y si aun creía en tales cosas, ya le daban igual.

2 comentarios:

JL F dijo...

Dices una cosa tremenda: "La historia no es cíclica porque el poeta anónimo egipcio murió para siempre y sus esperanzas quedaron eternamente sin cumplir", y es totalmente cierto. A pesar de que "científicamente" la historia se demuestre siempre en proceso de cambio (a pesar de EE.UU.), la realidad íntima del hombre, y su parcela individual, del yo, es que muere, y que muere en unas condiciones que habitualmente no cambian, incluso en pleno siglo XXI, después de experiencias grandiosas de intentos de construcción de un mundo en el que el centro sea el ciudadano (mezcla de individuo y colectivo), como la Revolucion Bolchevique.

Asi que aquel poeta desesperado murio y para el la historia no cambio. Lo mismo que para el trabajador actual, que, a pesar de los innumerables y siempre crecientes formas de huida tecnologicas y mediaticas, tiene una vida vacia y la tendra hasta el fin de su historia, su muerte.

Por eso, a pesar de las doctrinas moderadas y las ideologias atemporales, la revolucion, que debe empezar siempre por uno mismo, no tiene demasiado tiempo para ejecutarse, y el mejor momento, el unico, es siempre ahora.

Dizdira Zalakain dijo...

Sí, creo que la enseñanza "terrena" que hay que sacar de esto es que la revolución hay que hacerla ahora. Las personas religiosas podemos, además, creer en una revolución que se hace ahora y que libere no solo a los oprimidos de ahora, sino también a los del futuro y, por increíble que parezca, a los del pasado.
La religión se me impone como una necesidad ética ante la angustiosa pregunta ¿qué pasa con los millones de esclavos, de torturados, de víctimas del pasado? ¿Quién los libera? ¿Cómo vengarlos, como restituírles lo que se les ha robado?