1. Queso de Burgos frito.
Este plato es muy típico de la zona levantina. Es mejor prepararlo cuando el queso está ya un poco duro. De hecho, seguramente quien inventó la receta debió ser alguien intentando hacer comestible un queso fresco que había quedado ya un tanto pasadito de fecha... El caso es que el resultado merece la pena. Eso sí: una advertencia, por lo demás obvia: aunque el queso de Burgos es el típico alimento para dietas de adelgazamiento, con esta receta deja de serlo automáticamente.
La cosa es tan fácil como cortarlo en cuñas o rodajas de un dedo de espesor, salpimentarlo y espolvorearlo con pimentón dulce. Después lo freímos unos segundos en aceite escaso pero muy caliente hasta que se tuesten superficialmente. Les damos la vuelta, hacemos lo mismo y listo. Si el queso es demasiado fresco debemos tener cuidado porque puede muy bien deshacerse y formarse unas gachas, así que insisto, lo de que esté pasado no es opcional.
La cosa es tan fácil como cortarlo en cuñas o rodajas de un dedo de espesor, salpimentarlo y espolvorearlo con pimentón dulce. Después lo freímos unos segundos en aceite escaso pero muy caliente hasta que se tuesten superficialmente. Les damos la vuelta, hacemos lo mismo y listo. Si el queso es demasiado fresco debemos tener cuidado porque puede muy bien deshacerse y formarse unas gachas, así que insisto, lo de que esté pasado no es opcional.
2. Queso rulo de cabra rebozado.
Este plato, en cambio, es propio de las cocinas turca y griega. Es algo parecido al provolone que encontramos en algunos restaurantes italianos, pero yo diría que aun mejor. Para prepararlos debemos adquirir queso de cabra en forma de rulo y cortarlo en rodajas más o menos gruesas según nuestro gusto. No deben ser demasiado finas, porque este queso suele ser un poco quebradizo y se nos rompería al freirlo.
Pasamos las rodajas sucesivamente por harina, huevo y pan rallado. Las freímos en aceite caliente y abundante, y cuando ya el rebozado esté dorado las ponemos en papel de cocina. Esto es recomendable con cualquier rebozado pero con éste especialmente, porque se empapa mucho de aceite. Así que ya sabéis, aceite muy caliente y papel de cocina Finalmente, perfumamos las rodajas con un chorrito de limón y las servimos recién hechas.
Pasamos las rodajas sucesivamente por harina, huevo y pan rallado. Las freímos en aceite caliente y abundante, y cuando ya el rebozado esté dorado las ponemos en papel de cocina. Esto es recomendable con cualquier rebozado pero con éste especialmente, porque se empapa mucho de aceite. Así que ya sabéis, aceite muy caliente y papel de cocina Finalmente, perfumamos las rodajas con un chorrito de limón y las servimos recién hechas.
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