Para empezar, sería conveniente centrar las cosas. El PSL no era un programa de información sino de entretenimiento. Con esto, queda explicada la mitad de lo que sigue. En Pásalo no se quería profundizar en los temas debatidos y se cercenaban sistemáticamente los hilos argumentales de los escasos contertulios que tenían capacidad e intención de hacerlo. Se trataba, pues, de una combinación de opiniones políticas, sucesos y temas frívolos.
En este estado de cosas, los invitados rivalizaban en estridencia y supuesto carisma personal, con la consiguiente frustración que se siente cuando algo promete y se va desvaneciendo en el aire sin llegar a adquirir sentido ni permanencia algunos. Por esas cosas de "lo limitado del tiempo en la TV" (24 horas al día, 365 días al año, 3 canales), siempre se restringía el turno de palabra a los mismos, a esos que iniciaban una tesis para llegar a una conclusión o deseaban aportar datos que contribuyesen a la mejor comprensión del tema comentado. A veces ni siquiera se censuraban ideas políticamente incorrectas, bastaba con que surgiese una argumentación formalmente correcta, o un comentario que aportara información real, para que los moderadores cortaran la intervención. Como si la consigna fuese censurar todo lo inteligente.
La deriva ideológica del PNV acompañó el rumbo de este programa que tendía, sucesivamente, a la superficialidad, la banalización y el amarillismo. Con todo, suponía una alternativa a la programación vespertina, atiborrada de culebrones y programas del corazón. Una espectadora ocasional como es mi caso, podía aplaudir mentalmente intervenciones como las de Gabirel Ezkurdia, Antonio Álvarez Solís, Martín Barriuso o Marta Fernández, disidencias respecto del pensamiento único que no pueden escucharse en ningún otro medio de comunicación de masas.
Pero, hasta este espejismo de tertulia democrática suponía una amenaza para el PP-PSOE ahora en el poder. Los mediocres son quienes más amenazados se sienten. Lo están por la consciencia de su propia mediocridad y por los innumerables peajes que han debido pagar por el camino de ascenso. Así que han actuado de la única forma de que son capaces: tapando bocas al más fino estilo fascista. Primero fue el fallecido y querido Javier Ortiz el que huyó en estampida. Ahora son Gabirel y Antonio los que han sido expulsados del sanedrín. Mientras, los demás tertulianos y los conductores del programa afirmarán que es ETA la única que amenaza el ejercicio del periodismo libre. Qué gracia.
Espero que la audiencia, único estímulo que conocen las productoras actuales, se hunda. Y no sería extraño, ya que será bastante aburrido escuchar a 8 personas, incluídos los presentadores, afirmando la misma obviedad con distintos matices de gris. O enzarzándose en pseudopeleas PP vs. PSOE para ver cuál de los dos es más corrupto, como en el resto de programas de tertulias del estado.
Por mi parte, este programa ha terminado. Espero seguir leyendo a los pocos que hacían ascender el nivel de la tertulia de sobremesa en los medios en los que no les amordacen. Gracias por vuestra valentía y por haber sido capaces de asumir con tanta dignidad el papel de puching ball, sorteando censuras, silencios incómodos y la propia acción crematística de ese monstruo que es la televisión.
miércoles, 12 de agosto de 2009
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