lunes, 3 de agosto de 2009

Perros con microchip.

Anoche me contó un amigo que una empresa de hardware orientado a videojuegos ha sacado al mercado un joystick para la cabeza. Después de mi broma sobre alguien jugando sentadito con ese objeto fálico encima y la consiguiente risa, resultó que, se trataba de una especie de casco parecido al de un ciclista. Se supone que te lo pones y el personaje del juego actúa dirigido por tu mente. El engendro funciona detectando la emisión de ondas electromagnéticas de nuestro cerebro.
Al leer un poco más sobre el asunto sospeché que la cosa no era para tanto. Mi deducción, teniendo en cuenta que carezco absolutamente de conocimientos científicos en este sentido, es que el casco se basa, fundamentalmente, en la expresión facial del jugador y que lo de detectar los pensamientos es un mero truco publicitario. Así que no se trata de algo tan terrorífico, de momento.
De todos modos parece que ya existen prototipos de periféricos de ordenador que funcionan de esta manera. Ya sé que el primer pensamiento en una persona optimista habría sido el de que con este invento los tetrapléjicos, por ejemplo, podrían mejorar sus vidas. Pero yo soy pesimista y creo que ninguna empresa se gastaría un duro de I+D en este tipo de discapacitados, porque constituyen un mercado muy poco atractivo: son pocos y no suelen tener mucho dinero. Así que ¿cuál es la verdadera intención de este "avance tecnológico"? Sin duda, el control. Ya está abierta la puerta.
Hasta ahora el poder, aliado con la ciencia, invierte ingentes cantidades de dinero en narcotizarnos e idiotizarnos para acabar con cualquier atisbo de rebeldía o de la subsiguiente frustración ante la imposibilidad de la misma. Lo hacen a través de los mass media, difundiendo noticias falsas, manipulando otras, llenando las 24 horas de emisiones de televisión con programas degradantes, acribillándonos mediante la publicidad...
Lo hacen también a través de las compañías farmacéuticas, creando adicciones a drogas legales para la depresión, para la euforia, para la ansiedad, para el insomnio, para controlar el apetito...
Lo hacen, finalmente, creando miedos irracionales: al terrorismo, a la inseguridad ciudadana, a los pederastas de internet... Y miedos, por otra parte, bien reales y tangibles: el de perder el trabajo, lo que conlleva la sumisión absoluta y la resignación ante la pérdida continua de derechos sociales conquistados.
Bien: ya estamos todos sometidos, distraídos, alienados e imitando modelos de vida que nada tienen que ver con nuestra idiosincrasia. Pero ¿no sería más fácil si se nos pudiera implantar un casco más evolucionado que el de los videojuegos para tenernos controlados de raíz? Resulta mucho más barato y no hay que diversificar los ámbitos de intervención.
Este horrible casco es solo el primer eslabón. Imagino que todo terminará con la implantación de un microchip que nos diga qué debemos votar, qué películas debemos ver (lo de los libros ya no existirá porque representa mucho y peligroso esfuerzo intelectual...). Si detectan un bajón anímico, nos proporcionarán sustancias que estimulen nuestras endorfinas y si detectan demasiada alegría, lo mismo con un tranquilizante.
Yo veo cada día más cerca este escenario terrorífico de ciencia ficción, un mundo plagado de replicantes, alfas y seres erráticos con una sonrisa estulta en una dentadura perfecta. Espero estar muerta antes de poder asistir a este espantoso espectáculo del cual ya se empiezan a entrever los primeros fotogramas.
De momento, me he negado a implantar un microchip a mi perro porque ya no me trago el cuento de que "es por su seguridad y la del dueño.".

1 comentario:

Anónimo dijo...

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