Este fin de semana he aprovechado mi estancia en Valladolid para hacer turismo gastronómico. La experiencia más agradable en este terreno fue la que pasé cenando en Don Bacalao.
El local está situado en el centro histórico y, pasada una interesante barra de tapas, se accede al restaurante donde se cena, no muy grande pero sí desahogado, y decorado con muy buen gusto. Destaco los preciosos ventanales. Pero lo que más me gustó, en el apartado no estrictamente gastronómico fue el servicio, que mantuvo el punto justo entre la amabilidad y la discreción.
Como su nombre -quizá no muy afortunado- indica, la especialidad de este restaurante es el bacalao. Se puede encontrar de muchas formas tradicionales: al ajoarriero, dourada, pil-pil, etc, pero también en recetas que son creaciones del chef -ello sin contar con las tapas de la barra. Desde mi viaje a Portugal no me había encontrado con tantas maneras de hacer el bacalao en un mismo restaurante.
Claro está que no solo de bacalao se vive en este local. Un vistazo a la carta revela una oferta equilibrada de productos, con sus imprescindibles carnes castellanas, los boletus propios de la temporada y otros platos que se quedaron por probar para otra ocasión. Además de la carta, se ofrece un menú degustación que varía cada mes -que es por el que optamos finalmente- y un menú especial a causa de la Seminci -el célebre Festival de Cine de Valladolid- que justo concluía el fin de semana pasado. El menú de la Seminci, basado en nombres de películas como "Jamón, jamón" "Ratatui" o "Chocolate", cada uno de ellos maridado con su vino adecuado. Ante estas referencias cruzadas entre cine y gastronomía y su amenazador aspecto gafapasta y, más aun, después de la experiencia Mugaritz de la semana anterior, me dio miedo tener otro encontronazo con la Nouvelle Cuisine. Puestos a elegir, prefiero quedarme con la Nouvelle Vague, de la que, por cierto, se ofrecía una buena selección en la Seminci. Así que nos decidimos por el degustación.
Estuvo precedido por un aperitivo visualmente atractivo pero un tanto escuálido. En un mismo plato teníamos un vaso de chupito con un consomé de boletus muy logrado, una única aceituna rellena de Martini y una tostada con queso y anchoa muy fina, crujiente y sabrosa pero demasiado pequeña. Lo acompañaron con un blanco de uva verdejo, o de cava -a elegir. Yo, que no bebo vino, solicité un zumo de tomate. Esta petición, aparte de un cierto engorro, supone una excelente medida de cómo funciona un restaurante. Al ser inesperada, se pueden averiguar varias cosas:
-La disponibilidad de materias primas en el restaurante
-Las verdaderas habilidades y conocimientos culinarios del chef
-La buena disposición y afán del restaurante en complacer a los clientes.
Pues bien, en los tres apartados, Don Bacalao merece un sobresaliente. Me sirvieron un zumo de tomate magnífico: tan perfectamente aliñado con tabasco, sal y limón y presentado de modo tan aparente que parecía que el zumo de tomate constituía una de las especialidades de la casa.
Los primeros platos eran tres:
-Una ensalada de bacalao marinado exquisita,
-Unos pimientos rellenos de boletus y jamón que en mi caso fueron sustituídos amablemente por unos fideos de arroz que fueron cocinados in situ añadiéndole una riquísima e hirviente salsa de pescado.
-Una original crema de calabacín, con una base de arroz e ingredientes que no supe identificar pero que le proporcionaba un original sabor frutal y dulce.
Los segundos platos consistían en diversas clases de bacalao. Uno de nosotros se decidió por el confit de pato -tierno y muy sabroso. Y los demás pedimos bacalao con salsa de bígaros y carabineros. El bacalao era de primera, desde luego, pero la salsa de bígaros y carabineros tenía muy poca presencia y el bocado de bacalao hubiera resultado soso de no ser por la excelente calidad de éste.
Mis compañeros tomaron un Ribera de Duero que resultó estupendo: un Arzuaga.
De postre tomamos un tiramisú muy correcto.
Todos los platos oscilaban entre aceptables y deliciosos y por un precio más que asequible: 35€ por persona, incluído el Arzuaga de 26 € (¡y el zumo de tomate!).
Por tanto, un sitio digno de ser visitado, con una cocina que roza a veces el campo de lo experimental y minimalista pero sin traspasarlo y a un magnífico precio, con un servicio intachable y un entorno agradable e impoluto en el que se puede fumar -frente a otros sitios asfixiantes en los que está prohibido.
En fin: una cena de cine.
3 comentarios:
Me dejas con el agua en la boca,sobre todo porque amo el pescado de mar y vivo en un pais mediterraneo donde si lo puedes pagar es pescado congelado.Al parecer por tu descipcion,que sin animo de lisonjear,es siempre excelente encontraste un buen restaurant,no tenes idea cuan dificil es lograr lo que describis que la atencion sea solicita pero no invasiva,no se como funcionara el tema en España pero aqui la propina es algo importante para el camarero y por lograr una mayor pueden llegar a ser pesados ,cuando tu trabajo como era mi caso es estar atenta a esos detalles te pueden volver loca.Lo que describis como precios no son caros para nuestro medio dado todo lo que consumieron y tene en cuenta que nuestro ingreso "per capita" es bastante mas bajo que el de ustedes.Pido disculpas por mi español pero se me dificulta escribir con espontaneidad usando el "tu" nosotros hablamos de "vos",creo me entenderas igualmente.Saludos
Hola, María C:
Me parece increíble que solo podáis comer pescado congelado estando relativamente cerca del mar. Aquí en Euskadi, el pescado de mar es fundamental en nuestra dieta. Y también, por desgracia en nuestra economía. Así que nos dedicamos a esquilmar los mares para venderlo en mercados como Japón. Como ya hemos dejado el atlántico medio vacío, ahora estamos depredando las costas del pacífico en Sudamérica y las del Índico en el Cuerno e África. Por eso cuando los habitantes de Somalia intentan defender su medio de vida de nuestro robo, aquí nos quejamos y les llamamos piratas y terroristas.
El tema de las propinas me parece muy interesante. Aquí, por fortuna no se estilan. Digo por fortuna porque creo que es el hostelero el que debe pagar a sus trabajadores en lugar de darles un sueldo miserable y esperar que los clientes lo completen. Se supone que el precio final ya incluye el servicio. Además, siempre me ha parecido humillante que en algunas profesiones, como camarero o taxista, haya que andar mendigando al cliente. Ya es casualidad, porque precisamente, tenía pensado escribir sobre esto de las propinas en un post.
Por cierto, no solo no me molesta tu voseo sino que me encanta. He tenido amigos argentinos y me parece una forma de hablar muy bonita
Saludos.
hola yo he estado en este restaurante hace un mes y sali maravillada,me fascino el menu del cualme parecieron platos muy imnovadores y ricos con una estetica de platos de dali y acompasado todo ello de una relacion calidad precio muy acertado.se lo recomiendo,yo volvere
Publicar un comentario