Con frecuencia he escrito aquí mi opinión favorable a la mutua influencia benéfica de socialismo y religión. Ni que decir tiene que esto no es ninguna novedad: en el ámbito cristiano, ya desde los tiempos del propio Marx, había quien opinaba de este modo y desde entonces la nómina de grandes pensadores y grandes luchadores que se han situado en la intersección de ambos mundos es larga e influyente. Un "historiador" como Ricardo de la Cierva le ha dedicado al fenómeno varios de sus más famosos e infames libros, como "La hoz y la cruz". En ellos queda patente la alarma que causa entre los fascistas como él esta alianza, la de la hoz del campesino y la cruz en la que es colocado por los explotadores.
Es paradójico que esta dimensión socialista sea aun más desconocida en el Islam, cuando ciertamente la justicia social es uno de los pilares fundamentales de esta religión, especialmente en su rama chií. Cuando el Islam habla de justicia social no habla sólo de caridad, o de acciones individuales de misericordia y desprendiiento de lo material, sino también y principalmente de una efectiva organización social que garantice mediante el uso del poder político tales derechos. En el Islam no sólo se nos exige a los creyentes practicar la justicia social en el pequeño ámbito privado de nuestras posibilidades, sino que requiere un sistema político que castigue duramente a los explotadores y usureros e impida efectivamente la existencia de pobreza, abusos, etc.
Una curiosa prueba de esta sintonía la constituye la carta que el hoyatoleslam Muhammad Reza Hakimi dirigió a Fidel Castro, elogiando su papel de oposición a las políticas criminales de EE.UU. y su compromiso con la defensa de la dignidad humana frente al poder del dinero y resaltando los puntos en común que su ideario tiene con la concepción chií del Islam. Para ello recurre a una buena lista de citas extraídas de las tres grandes fuentes textuales chiítas: el Corán, los hadices o recopilación de dichos atribuídos al profeta Muhammad y los atribuídos al Imam Alí, yerno de Muhammad.
Destaco aquí algunos:
-Cualquier persona que reconquiste el derecho de un oprimido de la mano de un opresor estará en el Paraíso. -Cualquiera que confiese algún delito luego de haber sido asustado, esta confesión carece de valor. -Inspeccionar y controlar a los mercados y precios es algo necesario y todos aquellos vigilantes e inspectores que traicionen, deben recibir las más fuertes penas. -No deben pensar que la sociedad puede llegar a la dicha sin ejecutar la justicia. -Si un gobierno fuese islámico, no habrá ninguna injusticia ni siquiera con respecto a un ser humano no musulmán y nadie bajo un gobierno islámico deberá permanecer privado y sufrir carencias, aunque no fuese musulmán.
Tras recibir la carta, Fidel invitó al clérigo iraní a Cuba y mantuvieron una larga conversación. Parece que Castro declaró:
"Si no hubiera sido por algunas preocupaciones, les diría que soy shia duodecimano."
Podéis leer aquí la carta completa. Lamentablemente, la traducción al castellano deja mucho que desear, pero creo que más o menos se entiende el contenido.
Estas alianzas intelectuales hacen saltar las alarmas en los fascistas más paranoicos, como el inefable Gustavo de Arístegui, que desde hace años pretende avisar a los españoles de un terrible peligro que se avecina: nos habla de "entre 250 y 400 jóvenes proetarras que se han convertido al Islam." En la línea del otro inefable conspiranoico ultra Iñaki Ezkerra, que ya nos asustó en su libro "ETA pro nobis" con esos siniestros párrocos vascos que esconden amonal en las sacristías.
El teólogo y fraile dominico brasileño Frei Betto escribió hace ya 25 años un libro con sus conversaciones sobre religión con Fidel Castro, libro que creo que hoy posee aun mayor vigencia.
Podéis leerlo aquí.
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