Esta receta que viene a continuación no es exactamente una milanesa pero se basa en ella. Pero antes, vamos a ilustrarla con una curiosidad histórica. ¿Por qué a empanar un filete se le llama hacerlo "a la milanesa"? Pues cuentan que ello se debe al mariscal de campo austrohúngaro, Joseph Radetzky, un auténtico ídolo para los fachas europeos de mediados del siglo XIX y en cuyo honor Johann Strauss compuso esa Marcha Radetzky tan movidita y fiestera en la que el saleroso público vienés bate palmas y que nos ponía Fernando Argenta en los conciertos de Año Nuevo. Digo nos ponía porque con la privatización osea, con el robo encubierto de un bien público como RTVE, lo han mandado a la calle.
Pero volvamos a Radetzky...
Joseph Radetzky se distinguió luchando contra Napoleón y bastante después contra los revolucionarios nacionalistas italianos que querían sacudirse el yugo de la monarquía reaccionaria austrohúngara -en aquellos tiempos el norte de Italia pertenecía a los austriacos. Tras machacarlos convenientemente, fue nombrado el jefe de toda la zona y el vejete tragaldabas se dedicó entonces a la buena vida en la ciudad de Milán: mujeres, fiestas y mucha comida. Una de las cosas que más apreció fueron los filetes empanados, una receta por entonces de moda en la ciudad. Seguramente debía ser capaz de comerse una vaca entera si se la presentaban de ese modo. Tan entusiasmado estaba que escribió una carta a un colega austríaco con la receta y éste se encargó de popularizarla por Centroeuropa.
Pocos años después de la muerte del Mariscal los italianos lograron la independencia, de Austria pero también del Papa, que hasta entonces era dueño de media península.
Bueno y ahora vamos a intentar superar en nuestras casas al cocinero de Radetzky, añadiéndole algunas cosillas a la milanesa tradicional.
Ingredientes:
-1/2 kilo de filetes de ternera muy finos.
-2 Huevos
-Queso rallado.
-Pan rallado.
-Foie.
-Hongos.
-Aceite de oliva.
-Sal.
-Pimienta.
Modo de elaboración:
Salpimentamos los filetes. Sobre una de sus caras extendemos una fina capa de foie y sobre el foie colocamos unos cuantos hongos en láminas finas.
Para los hongos, lo más cómodo es comprar hongos en conserva de aceite de oliva, porque entonces no habrá necesidad de cocinarlos. Si los compramos al natural, debemos salpimentarlos y ponerlos en una sartén con un poco de aceite de oliva a fuego muy lento durante al menos 15 minutos hasta que queden tiernos.
Una vez colocados los hongos sobre los filetes, doblamos éstos como si fueran un bocadillo y los cerramos con un palillo de cocina a modo de alfiler.
Batimos los huevos en un bol y untamos con ellos los filetes. Después los rebozamos bien con queso rallado, luego otra vez con huevo y por último con pan rallado.
Ponemos aceite muy caliente en una sartén no demasiado grande y vamos friendo dos o tres piezas cada vez y colocándolas después en un papel absorbente.
Guten appetit!
viernes, 5 de marzo de 2010
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2 comentarios:
No sé si sería el caso de este hombre pero, a veces, el ansia de acumulación y poder se proyecta en la zona oral. El resultado es que (además de la posible gula) se come por afán acaparador. Algunas formas de canibalismo también siguen este patrón.
Saludos
Es una pena que Freud naciese bastante después que Radetzky, porque, siendo compatriotas, tal vez podría haberle psicoanalizado. En cualquier caso, es un prototipo muy habitual en la historia: el germano enérgico, tragón y reaccionario: Carlos V, Bismarck o, más recientemente, Helmut Köhl, al que nuestro Felipe González no paraba de agasajar con decenas y decenas de jamones de Jabugo pata negra.
Saludos.
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