jueves, 11 de marzo de 2010

Rodolfo Ares y el nuevo Zugarramurdi.


Se han cumplido justamente 400 años del proceso de Logroño por el cual 53 vecinos de la localidad Navarra de Zugarramurdi fueron acusados de brujería. Tras las habituales torturas para obtener confesiones, once de ellos fueron condenados a muerte en la hoguera.
El aspecto más siniestro de esta y de otras cazas de brujas de la historia se produce cuando el poder incita a los ciudadanos a la delación. Los procesados de Zugarramurdi fueron víctimas de esta práctica.
Otro ejemplo célebre e individual es el de la madre de Kepler, que pasó cuatro años en la cárcel a causa de una vecina, que la acusó de brujería por rencillas personales. Pero si queremos cifras espeluznantes y algo muy cercano a nosotros, solo tenemos que preguntar a nuestros abuelos. Tras la Guerra Civil, los delatores fueron el cuarto jinete del apocalipsis para un país ya destrozado: a causa de sus acusaciones debieron morir varias decenas de miles de personas y muchas más fueron condenadas a la cárcel o a trabajos forzados -las estadísticas sobre este asunto siguen siendo un tema prohibido en España e intentar investigarlo puede salir muy caro.

Es evidente que la delación es un sistema que no solo genera una enorme indefensión jurídica: su utilización contra delitos políticos o relacionados con lo político son el sello de identidad de los regímenes totalitarios. Un estado que recurre a la delación como método de iniciar un proceso judicial, convirtiendo a cada ciudadano en un fiscal o un policía a la vez que en un potencial reo, es una monstruosidad.
Pero los ciudadanos de España aceptan con tranquilidad y hasta alegría las monstruosidades, siempre que se hagan contra esa nebulosa que se llama "entorno social de ETA", que empieza a parecer tan mítica e indefinible como los akelarres.

El departamento de Interior del -por cierto, ilegítimamente constituído- Gobierno Vasco pone en funcionamiento, cuatro siglos después de lo de Logroño, un teléfono y un correo electrónico para que los ciudadanos denuncien a cualquier persona que estimen sospechosa de actos de terrorismo, de kaleborroka o del enaltecimiento de cualquiera de ellos.
El titular del Departamento, el "socialista" Rodolfo Ares, considera que con esta medida mejorará la implicación de la sociedad en la lucha contra el terrorismo y el entorno de la Izquierda Abertzale -es decir, la implicación de la sociedad en la lucha contra un 15-20% de ella misma. Esto supone que un pequeño país con la ratio de policía por habitante más alta de Europa ahora dispondrá además de un ejército de psicofantes con carta blanca para convertir en un infierno la vida de cualquier vecino. El delator tipo actúa movido por intereses mezquinos como rivalidades, envidias o viejos conflictos no resueltos y suele denunciar basándose en cosas como las compañías o lugares que frecuenta el denunciado, en los periódicos que lee, o en cómo viste. Y es que nadie se pone a fabricar explosivos en el balcón de su casa.
Pero al parecer también un vecino puede ser denunciado por otro si aquél cuelga en su balcón carteles con fotos de personas presas, a pesar de que la judicatura ya se ha pronunciado en contra de que ello constituya un delito.

Estoy convencida de que el chotáfono va a ser un fracaso porque todavía existe en Euskal Herria una cultura de solidaridad ciudadana y un viejo y muy motivado recelo hacia los cuerpos de seguridad del estado. Pero, claro, basta con que un salvapatrias o un resentido ponga en marcha ese mecanismo diabólico para que un ciudadano sea sometido, como mínimo, a un denigrante interrogatorio, registro, etc.
¿De verdad la amenaza terrorista en Euskadi es de intensidad tal que justifica este atropello? Cuando tengo una avispa posada en el brazo, no quiero que la maten con una pistola.

En cualquier caso, como yo pretendo ser una ciudadana ejemplar, antes de denunciar al dueño de un perro que ladra mucho y me impide dormir e inventarme que he observado un extraño movimiento de vehículos en su garaje, comenzaré haciendo una sugerencia a mi Consejero de Interior: ¿por qué no otorgar una bonificación de, por ejemplo, 250 euros por cada denuncia efectuada? Así fomentaremos más y mejor la paz en Euskadi.
En cuanto pongan la dirección, les mando un e-mail, porque, mirad qué prueba tengo: una foto en la que aparecen dos tipos de pinta muy sospechosa de charla con Otegi y otro etarra más. A saber qué estarán tramando.

3 comentarios:

JL F dijo...

Tienes razon: al final es lo mismo la lucha inquisitorial contra las brujas y los akelarres que la persecucion a todos aquellos que tienen cualquier tipo de relacion con ETA. Dentro de poco detendran a los familiares porque relacion sospechosa con terrorista.

Por cierto, los dos que estan reunidos con Otegui, los del traje, !vaya pinta de mangantes y delincuentes que tienen! Parece que estuvieran tramando llegar al poder en Euskal Herria mediante la prohibicion de algun partido e incluso pactando con los franquistas....

Maria C dijo...

Hola Dizdira,la caza de brujas siempre esta en vigor,en cuanto a lo que decís de denuncias por antipatías o rencillas personales es exactamente así,nosotros conocimos a fondo ese tipo de cosas,existía entre nosotros un tipo de espías llamados "py-rague"(pelo en los pies) en guaraní,nunca sabias quien podía ser,la vecina que te saludaba todos los días o algún "compañero" de la universidad que llevaba años en el mismo curso y asistía siempre de traje y corbata,muchos de estos incluso se han presentado como "victimas de la dictadura" solicitando restituciones y, o pensiones.El cuco del momento era "comunista",eso significaba que solo por tener un libro podías pasar al menos una semana en la cárcel y si lograbas salir entero quedabas marcado para siempre o te volvías uno de ellos.Fueron muchos años de "aleccionamiento" me gustaría creer que han desaparecido pero en general tienen el don de cambiar como buenos camaleones y reaparecer donde y cuando menos lo esperas.Saludos

Dizdira Zalakain dijo...

José Luis:
¡Ja, ja, qué bueno! Menos mal que nos queda la ironía porque las cosas están tomando un cariz muy preocupante: no hay un control realmente operativo que garantice que medidas como estas sean vetadas por inconstitucionales.
El otro día escuché a una diputada del PSOE en una tertulia decir con total tranquilidad a un oyente que "no le permitía decir que en España no hay una verdadera democracia". Obsérvese la contradicción, condensada en una sola frase, entre lo que se dice y lo que se hace. Esa chulería le viene de la pasividad e ignorancia de la sociedad, adormecida por los medios.

María C:
Siempre que cuentas cosas de la dictadura paraguaya me recorre un escalofrío porque tu testimonio tiene la fuerza de quien ha vivido lo que narra en primera persona. Yo era demasiado pequeña durante el franquismo y no tengo recuerdos, tan solo lo que he vivido en la supuesta transición modélica española y, por supuesto, los relatos de padres y abuelos. Lo triste es que este clima asfixiante se prolongue en una "democracia europea" en la que los políticos franquistas pasaron, como por arte de magia, a ser demócratas de toda la vida, -y así nos luce el pelo.
Gracias y saludos.