A mediados del siglo pasado el filósofo analítico Antony Flew popularizó la "parábola del jardinero", un cuento que pretendía ser una ilustrativa analogía sobre las disputas entre creyentes y ateos. Dice así:
"En una ocasión dos exploradores se toparon con un claro en la selva. En el claro crecían muchas flores y plantas. Uno de los exploradores le dijo al otro: "Algún jardinero debe atender este jardín". El otro no esta de acuerdo. "No hay jardinero". Así que montaron sus tiendas de campaña y echaron un vistazo. No se veía a ningún jardinero. pero quizá es un jardinero invisible”. Así que instalaron una cerca de alambre con púas. La electrificaron. Patrullaron con perros. Pero ni un solo grito sugirió que alguien podría haber sido herido con la cerca. Ni siquiera un solo movimiento del alambre descubrió a un trepador invisible. Los perros sabuesos nunca dieron alerta. Sin embargo el creyente no estaba convencido. "Pero hay un jardinero, invisible, intangible, insensible a las descargas eléctricas, un jardinero que no tiene olor ni hace ruido, un jardinero que viene secretamente a cuidar del jardín que ama". Al final el escéptico se desespera, "¿Pero qué se deduce de tu afirmación original? ¿En qué difiere lo que tú llamas un jardinero invisible, intangible, eternamente evasivo, de un jardinero imaginario, o incluso de ningún jardinero en realidad?"
A. Flew considera que a los creyentes en Dios les pasa lo mismo que al que cree en el jardinero..
También ocurre lo mismo con la creencia de los fieles de religiones abrahámicas en un Dios todopoderoso e infinitamente bueno. ¿Qué desgracia tendría que pasarles o qué horrores deberían presenciar en el mundo para que tal creencia quede desmentida para ellos?
Argumenta Flew que una afirmación sobre la realidad debe poder ser falsable, es decir debe poder imaginarse un caso en el que se demostraría que tal afirmación es falsa: de lo contrario, la afirmación carece de contenido, es vacua. "Dios existe" o "Dios es bueno" son afirmaciones que no pueden ser falsadas mediante ningún tipo de acontecimiento posible, por tanto carecen de sentido.
El argumento de Flew es interesante y debería servir a creyentes y no creyentes preocupados por la coherencia y la racionalidad, como piedra de toque para pulir su fe, su falta de fe o sus dudas. En mi caso, como creyente, el argumento no me parece convincente, pero sí útil para depurar y afinar mi fe. Estas son algunas de las debilidades que le encuentro.
1º. Predicar varias características negativas de algo ("No es visible", "no es tangible", "no es audible", etc.) no equivale a afirmar que ese algo no existe. Flew afirma que, a base de predicar un centenar de atributos negativos de algo, ese algo "desaparece", "deja de existir." Yo diría que tal afirmación no es correcta desde un punto de vista estrictamente lógico. Otra cosa es que sea más o menos razonable mantener la existencia de algo tan evasivo.
2º. La analogía no es correcta. Ciertamente, ninguna lo es del todo; nunca un ejemplo es exactamente igual que lo ejemplificado. Pero en este caso ambos ejemplos se diferencian en algo que es importante para el argumento. Postular en un jardin vallado la existencia de un ser más allá de ese jardín y que entra en él a cuidar el jardín no es lo mismo que postular en el Universo la existencia de un ser más allá de ese Universo y que de algún modo interviene en él. El mundo fuera del jardín es aparentemente el mismo que dentro del jardín y, en principio, las leyes generales que regulan la realidad son las mismas dentro y fuera de él. Si fuera del jardín no existen seres invisibles, inodoros, etc. que cuiden jardines, no parece razonable pensar que los haya dentro. Las leyes de la naturaleza son las mismas fuera y dentro del jardín. Por eso nos parece tan poco razonable la actitud del que cree en un jardinero invisible, a pesar de que no es absolutamente ilógica -como hemos visto en el punto 1º. Pero la actitud del creyente en un Dios que rige el Universo es más razonable, ya que el Dios creador del Universo y preexistente a él por definición está situado fuera o "por encima" del Universo, de modo que sus leyes no le afectan: es Él el que -se afirma- establece esas leyes.
3º. El criterio de falsabilidad que aplica Flew a la afirmación de la existencia y bondad de Dios es un magnífico criterio para determinar si un juicio sobre hechos físicos tiene sentido. Pero ya desde Kant sabemos que hay juicios perfectamente significativos y razonables aunque no hablen de hechos físicos: "Me encanta Bach", "Prohibido matar" o "En el mundo reina el mal" son juicios sumamente significativos -seguramente más significativos que la mayoria de los juicios sobre hechos físicos. A estos juicios no cabe aplicarles criterios de falsabilidad. Es más: los presupuestos de la ciencia son también intrínsecamente infalsables. Por ejemplo, la ciencia presupone cosas como que "El Universo está sujeto a regularidades" o que "El Universo existe fuera de mi mente", pero ninguno de estos presupuestos es falsable. En resumen: para los humanos los juicios estéticos o éticos son tan importantes o más que los fácticos, y no son falsables. Además, la ciencia no se puede fundamentar a sí misma: necesitaría recurrir para ello a afirmaciones fuera de la ciencia, metafísicas, que tampoco son falsables. Por tanto, la belleza de la música de Bach, la maldad de un asesinato, la existencia del Universo y sus leyes y la existencia y/o la bondad de Dios no son juicios falsables porque sencillamente no son afirmaciones científicas -ni deberían pretender serlo. Pero que no sean falsables no implica que carezcan de sentido.
Estas son las tres principales debilidades que encuentro la parábola del jardinero. Ahora bien, ni que decir tiene que una cosa es protestar contra la pretensión de que la existencia de Dios sea un sinsentido y otra deducir alegremente de ello -como hacen algunos creyentes- que, entonces, Dios existe y que además todo lo que dice mi religión -católica, protestante, musulmana, etc.- sobre él es cierto. Yo no creo que eso se pueda "demostrar", precisamente por los mismos motivos por los que no se puede demostrar lo contrario. La creencia en Dios, lo mismo que las cuestiones éticas, estéticas o metafísicas es algo que no se puede "imponer" con un razonamiento -lo cual no equivale a negar que se pueda y se deba utilizar la razón para evaluar a posteriori esos contenidos que no han nacido, sin embargo, de ella.
Una curiosa anécdota sobre Antony Flew para concluir. En 2004, ya octogenario, este famoso defensor del ateísmo sorprendió al mundo afirmando que había cambiado de parecer y que ahora sí que creía en Dios, al menos en un sentido deísta o filosófico. Hay polémica sobre el asunto porque parece que este hombre padece Alzheimer y ha sido indecentemente utilizado por ciertos lobbies evangélicos para publicitarlo como una victoria apabullante para su causa.
En cualquier caso, un final paradójico y triste: quizá Flew no supo nunca saltar la alambrada que construyó para evitar que entrara el jardinero.
jueves, 25 de marzo de 2010
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6 comentarios:
Yo soy de los que piensan que la prueba corresponde al que afirma y que, más que demostrar que Dios no existe, habría que demostrar que existe. Pero, como en cuestiones metafísicas no rigen los principios de la dialéctica estándar, como concluías tú misma hace dos postios... la cosa es complicada. No sé qué pasa que tengo muchos problemas para escribir este comentario. Luego sigo.
Estoy de acuerdo en que la prueba está en el que lo afirma. De hecho me parece que la lógica nos enseña éso: es imposible demostrar que algo no existe.
Pero es que yo no creo que se pueda demostrar algo como la existencia de Dios. Es más: tengo la sospecha de que si Dios fuese inequívocamente demostrable perdería mi interés por él. Pasaría a formar parte del mundo de las cosas reales, de lo positivo: sería tan real como Obama, tan "dado", tan "definido" que sería imposible albergar esperanza.
Para poner un ejemplo de otro campo no demostrable. ¿Qué interés tendría la música si pudiéramos demostrar que existe una determinada fórmula para hacer buena música, si un ordenador pudiera fabricarcien obras de arte por segundo?
En resumen, como creyente mi posición no es solo que no CREO que Dios es demostrable, sino que DESEO que Dios no sea demostrable.
Un Dios demostrable no vale la pena.
En el fondo ateísmos o deísmos son indemostrales. Resulta que la palabra "crencia", tan frecuentemente odiada por lo ateos, no les es en realidad tan lejana como ellos suelen pensar.
Por otra parte todos los sistemas filosóficos cojean en algún apartado. Siempre hay un resquicio al que la diosa de la filosofía, la razón, no puede hacer frente. Esto no hay que entenderlo como un fallo, hay que saber ver que detrás de cada pensamiento hay una persona que lo alimenta y le da vida proyectando sus más profundos anhelos.
Quizás el único misterio es que este hombre cambió de pensamiento porque cambió de sentimiento
Saludos
Es cierto que el ateísmo no es demostrable, Blues. Pero creo que pcbcarp tiene razón al afirmar que un ateo no tiene que demostrar que Dios no existe: primero porque la no-existencia de algo es indemostrable desde un punto de vista lógico, y, segundo, porque la existencia de Dios no es algo de sentido común o inmediatamente perceptible, sino todo lo contrario. Ser ateo es de sentido común -por más que históricamente no haya sido un sentimiento común. Estimo que la carga de la prueba está en los creyentes.
Pero, como he dicho, no hay nada que probar. La fe, lo mismo que el arte o la moral, no es un juicio, ni un teorema, ni un artículo científico. No se logra mediante el esfuerzo. Se te impone sin que tú puedas hacer nada.
Saludos.
La prueba filosófica de la existencia de Dios es de orden metafísico y en ese tipo de pruebas se procede por el principio de no contradicción, mostrando que la negación de una determinada afirmación que se quiere probar es contradictoria. En esos casos, es por hipótesis imposible imaginar una experiencia en contra. Algo parecido sucede en las matemáticas, por ejemplo, probar que la suma de los ángulos de un triángulo vale 180 grados. La tesis no es demostrable por el hecho de que podamos imaginar triángulos cuyos ángulos sumen más o menos.
Esta parabola ignora por completo que el Jardinero del Universo sí vino a su jardín. Hizo las cosas que solo tal jardinero podría hacer, murió y resucitó al tercer día, como él mismo había predicho. Fue completamente visible y tangible, habló el idioma de quienes le rodeaban y trajo la esperanza de vida eterna en él a quienes creen y le reciben como el Hijo de Dios que murió por sus pecados para restaurar una relación con el Creador. La pregunta realmente es ¿Qué tendría que hacer Dios para que alguien que no quiere creer, crea, porque la evidencia está. Antes de polemizar, dese la oportunidad de leer el evangelio de Juan. Quizás esta Navidad, donde celebramos el inicio de esa visita del Jardinero a su jardín, pueda conocer y tener una relación con Dios, por siempre, en Cristo Jesús. Transformará su vida con una nueva perspectiva, de esperanza en él, más allá de la muerte, no basada en conjeturas filosóficas, sino en que el Jardinero vino y nos amó de tal manera que dio su vida por nosotros, para que en él, el Creador del Jardín y del universo, podamos tener vida eterna. Dios les bendiga.
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