¿El final del Partido Comunista?
La ejecución de Khosro Ruzbeh con la que concluímos la última entrega de la serie supone el final de un
auténtico Partido Comunista fuerte y unido en Irán. Esto no significa que no siguiesen existiendo en las décadas siguientes, ilegalizados o no, partidos de ideología nominalmente marxista y, desde luego, decenas de miles de iraníes que, más o menos en secreto, se consideraban comunistas. Pero aquel Partido Cumunista iraní implantado en el tejido social con opciones políticas, con sindicatos fuertes y armados, con cuadros cualificados, con una red secreta militar infiltrada entre los altos oficiales del ejército, con ideas políticas nítidamente socialistas y, sobre todo, aquel Partido Comunista que infundía respeto pues se consideraba una suerte de
embajada de Stalin, desapareció de Irán para siempre.
Esta afirmación es una apreciación personal de la que esto escribe y, desde luego, no coincide con lo que nos dicen los libros y artículos a los que en Occidente tenemos acceso. En esos libros y artículos, en función de la línea ideológica del grupo editorial, suelen buscarse causas de lo más curiosas para justificar la debacle de los comunistas iraníes tras la
Operación Ajax. Veamos algunas:
-Ya en 1957, en un congreso celebrado en la recién desestalinizada Moscú, el Partido Tudeh consideró que su error consistió en no reconocer la
"naturaleza progresista" del gobierno de Mossadeq. Semejante declaración resulta tan demencial como desvergonzada. Recordemos los hechos: el partido Tudeh apoyó a Mossadeq hasta el final, a pesar del claro sesgo proyanqui y liberal de su política y a pesar del poco satisfactorio desarrollo de su gran baza: la nacionalización del petróleo. Los militares infiltrados del TPMO abortaron el golpe tramado contra él y, cuando los comunistas salieron a la calle para apoyarle... ¡fue justamente él, Mossadeq, el que mandó a la policía reprimir las manifestaciones a sangre y fuego! Al día siguiente, Mossadeq sufría un golpe de Estado que a todas luces tenía el aspecto de un golpe consentido. Y, tras el golpe, los leales militares que habían intentado defender el gobierno legítimo fueron ejecutados mientras Mossadeq disfrutaba de un placentero retiro en su mansión, retiro que fue legalmente calificado como "arresto domiciliario." Pues bien, el nuevo partido Tudeh literalmente escupió en la memoria de todos aquellos que habrían podido -seguramente de no haber hecho caso a
ciertos líderes- evitar el golpe de la CIA y derrocar al Sha. Los denominaron
"sectarios e izquierdistas."-Otra causa que se esgrime desde que el enemigo a batir es la República Islámica inaugurada por Jomeini, es la traición de los clérigos. Según algunos miembros del actual Tudeh en el exilio norteamericano, parisién o londinenese, la culpa de la debacle de los comunistas la tuvieron los ayatolás, especialmente Kashani, pues retiraron el apoyo a Mossadeq. Curiosa acusación. Como si hubiese sido Kashani y no Mossadeq el que los asesinó y encarceló. Como si hubiese sido Kashani, y no la CIA y el SAVAK, el que ejecutó a Ruzbeh y asus 500 compañeros del TPMO. Lo único que hizo Kashani, eso es verdad, es comprender antes que los líderes del Tudeh que ese Mossadeq lo único que estaba haciendo con toda su retórica nacionalista y liberal era transferir el petróleo de manos inglesas a manos norteamericanas y beneficiar a su clase social: la incipiente burguesia urbana.
-También se habla de las escisiones ideológicas dentro del partido, que conviertió el anterior gran partido Tudeh en decenas de grupúsculos de las más diversas orientaciones: maoístas, trostkistas, violentos, no violentos, islamistas, laicos, prosoviéticos... Sin embargo, yo esto lo considero no una causa sino una consecuencia.
Causas del desastre.A mi juicio, la causa principal del fin del Partido Tudeh no puede obviarse. Es tan evidente que solo un ánimo de interpretar extrañamente los hechos puede buscar otros motivos: el Partido Tudeh fue eliminado tras la sistemática persecución y posterior exterminio que durante cinco años emprendieron la CIA y la SAVAK tras el golpe de estado contra sus miembros de vanguardia. Quien busque paralelismos históricos puede encontrarlos muy cerca: en España o en Chile en un tiempo el Partido Comunista fue poderoso y organizado, pero tras Franco y Pinochet no han vuelto a levantar cabeza. Pero los conferenciantes del Tudeh en el exilio apenas hablan de esta persecución. A su juicio, la persecución y el exterminio de comunistas fue obra de Jomeini.
Ahora bien. Podríamos preguntar por qué el Partido Tudeh no volvió a reconstituírse. Ya lo logró tras la represión del anterior shá, en los años 30. Estas son algunas de las causas que yo encuentro:
-En el marco de la nueva política de "distensión" con EEUU iniciada por Khruschev se comprende la nueva situación de orfandad a la que se enfrentaba el Partido Tudeh.
-Una vez desarticulado el aparato militar y de inteligencia del Tudeh, fue sencillo infiltrar miembros adictos al régimen. Muy pronto altos cargos del Partido Tudeh mostraron un talante conciliador con el Shá. Veámoslo:
Siguiendo fielmente el manual norteamericano de gobiernos títeres, Muhammad Reza establece en su reino una "democracia" bipartidista que él mismo justifica así en un libro de memorias:
"Si yo fuese un dictador, en vez de un monarca constitucional, habría establecido un sistema de partido único, como el de Hitler (...) o los comunistas. Por eso es que voy a promover dos partidos sin asociarme personalmente con ninguno de ambos."El teatro lo representaban, pues, dos partidos: uno, el partido
Melliyoun jugaba el papel de partido conservador y nacionalista, el otro, el partido
Mardom, se presentaba como el paladín de la clase obrera. Pues bien, este partido Mardom se nutrió principalmente de miembros del Tudeh.
No es dificil imaginar qué pensarían los militantes honrados que quedaron vivos tras la represión al ver cómo sus cuadros de "intelectuales" no solo no eran represaliados, sino que eran contratados por el Sha para hacer de
rojos en la farsa de parlamento que había montado el dictador. No es difícil de imaginar, sobre todo, para los comunistas españoles honrados que contemplaron a sus dirigentes ocupar un escaño tras agachar el espinazo ante el sucesor designado por Franco.
Ni que decir tiene que esto generó numerosas divisiones internas y que surgieron grupúsculos que intentaron volver a la lucha armada.
Los ulemas rojos.Al mismo tiempo que los comunistas perdían apoyo social, los movimientos religiosos empiezan a convertirse en el principal problema político interno para el Shá.
Los ayatolás habían protagonizado ya numerosos episodios políticos. Fueron determinantes, como vimos, en la Revolución Constitucional de principios de siglo. En la década de los 30 hubo un grupo de teólogos de Qom que apostaba por una confrontación política contra la connivencia de Reza Pahlevi con los países colonialistas. Especialmente influyentes fueron Shahabadi y Mudarris, de entre cuyos alumnos cabe destacar a
Mahmoud Taleqani y al propio Ruhollah Jomeini.
En los 50, vimos como el ayatolá Kashani fue clave en el proceso de nacionalización del petróleo al prestar inicialmente su apoyo a Mossadeq. Sin embargo, ni el régimen del Shá ni sus aliados occidentales se atrevieron nunca a declarar una guerra abierta y total a los ulemas. Y menos aun tras el derrocamiento del rey en el vecino Irak en 1958. Eran personajes demasiado influyentes; de ahí que la política del Shá consistiera más bien en fomentar el trato de favor a los clérigos menos problemáticos y, a cambio, ceder en las cuestiones que no afectasen directamente a los intereses político-económicos de Occidente. Es por ello que Reza, al contrario que Atatürk, no pudo imponer reformas culturales y religiosas como la de un estado laico, un sistema educativo y un alfabeto occidentales, etc. Desde 1947, el hombre del Shá en este pacto era el Gran Ayatolá
Hossein Borujerdi, que ostentaba la dignidad de
marja al-taqlid y que también fue profesor de Jomeini pero que, al contrario que los otros mencionados, rechazaba cualquier intromisión de lo religioso en política. El silencio de Borujerdi resultaba inaceptable para muchos de sus compañeros ulemas: no solo no se implicó en el asunto de la nacionalización del petróleo: tampoco se molestó en condenar la agresión sionista contra los palestinos. Aun peor: en 1957 el ayatolá Taleqani, compañero de Jomeini, es acusado por el Shá de esconder a terroristas y conducido a la cárcel. Volveremos a hablar de Taleqani más adelante, pero lo que aquí nos llama la atención es que Borujerdi no dejó de mantener su entendimiento con el Shá ni siquiera mientras éste mandaba a la cárcel a uno de sus colegas.
Por eso creo que un hecho clave aunque quizá poco señalado para comprender los motivos del cambio de situación en los años 60 es la muerte de Hossein Borujerdi en 1961.
Por un lado, a pesar de los intentos del Shá para que su sustituto fuese el iraquí
Mohsen Hakim, que mantenía una línea similar a la de Borujerdi, los ulemas optaron mayoritariamente por elegir a un
marja implicado en los temas sociales. Como justamente ese mismo año 1961 moría también Kashani, que habría sido su sustituto natural, los ulemas apostaron por la figura de
Ruhollah Jomeini, un ayatolá cuyos discursos incendiarios contra el Shá pronunciados en la madrasa apasionaban no solo a los jóvenes estudiantes sino a multitudes ajenas al mundo académico o religioso.
Por otro lado, el Shá se vio con las manos libres para aplicar de una vez las reformas que se le exigían desde EEUU y que se había abstenido de iniciar a cambio de la colaboración de Borujerdi.
La Revolución Blanca.Así es como decidió denominarse a este paquete de reformas diseñadas por ingenieros sociales del Departamento de Estado USA y que Mohammad Reza anunció en 1962. El adjetivo "blanca", contrapuesto a "roja", pretendía demostrar que se pueden lograr reformas sociales magníficas por las buenas, sin derramamiento de sangre, sin lucha de clases y de la mano de EEUU. Si se comprueba la lista de reformas en superficie, es difícil no considerarlas como un adelanto: generalización y mejora de la cobertura sanitaria y educativa, modernización de las infraestructuras, integración de la mujer en la sociedad, reforma agraria con reparto de tierras entre los más desfavorecidos, medidas contra la corrupción... Sin embargo, la aparente benignidad de las reformas ocultaba un objetivo final: derribar la fuerte oposición antiimperialista de la sociedad iraní desde dos frentes, el ideológico-cultural y el socioeconómico.
-En el frente ideológico, se trataba de acabar con la atávica oposición a las costumbres y sistema de valores occidentales, no solo del
ignorante campesino, sino también de una mayoría de los obreros e intelectuales. Sin inculcar valores liberales, sin despertar en la población el deseo por el consumo, por progresar en la escala social, por la competitividad, por experimentar intensamente la parte "frívola" de la vida, sin provocar en la población la admiración por lo occidental y el deseo de emular su modo de vida, sin todo esto era muy difícil introducir reformas en la infraestructura que fuesen aceptadas por la sociedad.
-En el frente socioeconómico, se trataba realmente de promover una revolución "de diseño". Los neoliberales poco informados que sinceramente creen que Marx está periclitado deberían observar lo útiles que resultan para los técnicos del Departamento de Estado USA los descubrimientos marxistas.
Lo primero era crear una poderosa clase social que aun no existía en Irán: una gran burguesía urbana nacional que compartiese los mismos intereses que el Imperio. La pequeña burguesía tradicional, la del Bazar, apenas era decuada para este fin, dada su mentalidad de mercaderes medievales lastrados por fuertes tradiciones sociales y religiosas. Para formar a esta gran burguesía es para lo que se destinaba el irregular tanto por ciento de beneficios que proporcionaba la recién nacionalizada compañía petrolera NIOC.
Siguiendo a cámara rápida prácticamente el mismo guión que, según los historiadores marxistas, llevó a Europa desde el feudalismo al capitalismo, el segundo paso fue desvincular a la inmensa mayoría de la población, es decir, a los campesinos, de sus medios de producción y convertirlos en desposeídos que emigran a la ciudad en busca de un salario.
El tercero fue derrocar como clase dominante a la aristocracia feudal tradicional. Con estos dos últimos pasos -proletarización de los campesinos y derrocamiento de la aristocracia feudal- se lograba también acabar con las dos clases de las que emanaba la legitimidad y el apoyo social a los ulemas.
La reforma fundamental para dar estos dos últimos pasos fue la
Reforma Agraria. Esto es también lo que la convirtió en la más polémica. Detengámonos un poco en ella.
La reforma agraria.La producción agrícola tradicional persa se basaba en una suerte de feudalismo con características propias, algunas de las cuales convertían en relativamente benigna la vida de los campesinos y, por tanto, fomentaban una estabilidad social difícil de quebrantar.
La propiedad legal de la gran mayoría de las tierras de cultivo estaba en manos de terratenientes. Eran muy escasos los campesinos con titularidad sobre las tierras que cultivaban. El sistema consistía en que los campesinos se quedaban con una parte de la producción y los terratenientes con otra. Para calcular el porcentaje que correspondía a cada parte, la tradición persa consideraba que los productos agrícolas precisaban de cinco factores: tierra, agua, trabajo humano, trabajo animal y semillas. Por cada uno de estos factores aportados, era lícito quedarse con una quinta parte de la cosecha. A menudo el terrateniente se limitaba a aportar la tierra y, por tanto, a quedarse solo con un 20% de la cosecha, ya que los campesinos eran capaces de organizarse eficientemente para mantener ganado, acceder a las escasas fuentes de agua y almacenar semillas. Esta es la clave de la estabilidad del sistema. ¿Cómo lo lograban? La respuesta es el
boneh. El boneh es un sistema colectivo basado en normas tradicionales que permitía a los campesinos realizar tareas que requieren la coordinación de varios miembros. Buena parte de la superficie de Irán tiene problemas de abastecimiento de agua, por lo que la labor colectiva permitía la construcción de
qanats de decenas de kilómetros de largo y la posterior organización de los turnos de riego, etc. El boneh típico solía constar de entre 5 y 7 miembros, uno de los cuales, generalmente el de más experiencia, coordinaba al equipo. El sistema estaba muy bien adaptado a las características climatológicas de Irán y al tipo de cultivos y, en el contexto del desarrollo tecnológico de aquellos tiempos, resultaba sumamente eficiente. Además, nadie estaba obligado a permanecer en un boneh con el que no se encontraba agusto: el terrateniente no podía decidir dónde cómo y con quién tenían que trabajar los campesinos.
Los terratenientes, por otra parte, debían cumplir con una serie de obligaciones hacia los campesinos. Alimentarlos en épocas de sequía o carestía, comprarles ropa y equipo básico cada año, proporcionarles asistencia médica, prestarles dinero (sin interés) para situaciones justificadas, construir edificios comunes, como escuelas o mezquitas, sufragar los estudios de los niños que demostrasen capacidades intelectuales extraordinarias, etc.
Otro elemento importante del sistema tradicional agrícola lo constituyen los
khoshneshin, individuos que carecían de derecho a cultivar la tierra. Esta carencia de derecho a cultivo no significaba que este grupo fuese de inferior rango social. Se trataba de artesanos, pequeños comerciantes, etc. De hecho, el término
khoshneshin significa "sentados", o "cómodos", en referencia a que sus trabajos se suelen hacer sentados. No tener derecho a cultivo no significaba que no se podía cultivar, sino que no se pertenecía al sistema de
boneh y, por tanto, se estaba exento tanto de sus obligaciones como de sus derechos. En casos de cosechas abundantes o de trabajos extraordinarios, los
boneh solían contratar a
khoshneshin para que les echaran una mano.
Tan detallada explicación del sistema agrícola tradicional ha sido precisa para comprender el por qué de la fuerte oposición social que despertó una reforma agrícola que, sobre el papel, parece tan positiva.
El gobierno iraní decretó la expropiación (con indemnizaciones) de buena parte de las tierras de la clase terrateniente tradicional. Luego vendió las tierras, divididas en pequeñas parcelas solo a los iraníes con derechos de cultivo -es decir, los
khoshneshin no podían comprarlas. La venta se hizo en condiciones de préstamos a bajo interés. Las pequeñas parcelas, generalmente aisladas unas de otras, pasaban a ser propiedad privada individual. Las consecuencias fueron tan catastróficas como perfectamente previstas por los reformadores. Enumerémoslas:
-Los campesinos ya no se limitaban a pagar con un tanto por ciento fijo de sus cosechas, sino que debían pagar en dinero una cantidad fija para poder pagar el préstamo. Esto implicaba que una mala cosecha o un cambio en los precios de los productos agrícolas podía condenarlos a no poder pagar el préstamo y a optar entre morir de hambre o vender las tierras.
-Al instaurarse una propiedad privada de terrenos aislados entre sí, el sistema de
boneh terminó por desaparecer y, con él, el trabajo colectivo imprescindible para las infraestructuras de regadío, el mantenimiento del ganado, etc. Ello convertía en inviables a las pequeñas parcelas.
-Cuando los campesinos comprendían que no podían pagar el préstamo decidían vender las tierras y huir a la ciudad con la cantidad amortizada para pasar a formar parte del proletariado urbano.
-La despoblación progresiva de las zonas rurales dejó a muchos
khoshneshin sin trabajo y sin tierras. El padre de Ahmadineyad, fue uno de estos
khoshneshin que trabajaba lo mismo de herrero, que de barbero o de tendero en una pequeña aldea y que debió emigrar a Teherán. Lo mismo que él debieron hacer otros muchos.
-Los campesinos vendieron sus tierras a la nueva burguesía, que disponía de dinero para comprarlas. La reforma del Shá recuerda a las reformas liberales de la España del XIX. Si la desamortización expropió tierras a la Iglesia para entregarlas a la burguesía, en Irán, la reforma del Shá, con su falso ropaje socialista, sirvió para traspasar la tierra de la aristocracia feudal a la burguesía. Ahora los campesinos pasaban a ser asalariados del campo.
El resultado global de todo esto fue que en pocos años la reforma agraria había logrado dos de sus grandes objetivos en la lucha de clases:
-Crear una abundante clase proletaria urbana
-Derrocar a la clase terrateniente feudal y entronizar a la gran burguesía.

Pero esta reforma, como deciamos, no se efectuó sin oposición. Los comunistas raccionaron ante ella de modo desarticulado y contradictorio. La mayoría de ellos la saludaron como un gran avance: de hecho, muchos parlamentarios del partido "izquierdista" diseñado por el Shá, el Mardon, eran antiguos notables miembros del Tudeh y ahora se erigían en los máximos paladines de la reforma. Otros grupos minoritarios analizaron correctamente la "revolución blanca" comprendiendo que eran reformas hacia el capitalismo y no hacia el socialismo. Pero su relevancia social fue mínima.
Sin embargo, los ulemas no estaban dispuestos a tolerarlo: ya no estaba Borujerdi y Jomeini era el nuevo
marja para la mayoría de ellos. A comienzos de 1963, Jomeini presenta un manifiesto firmado por otros ocho reputados ulemas en el que lanza una dura crítica al Shá y a sus reformas. En él ofrece un listado de las medidas que violan la Constitución y acusa al Shá de estar al servicio de EEUU y de Israel.
"La unica solución -decía el manifiesto-
pasa por derrocar este gobierno tiránico que ha violado los mandatos del Islam y ha pasado por alto la Constitución y sustituírlo por uno que respete el Islam y vele por los intereses de Irán."Al día siguiente de hacerse público el manifiesto, la policía del Shá irrumpe en la madrasa en la que Jomeini daba clase, mata a varios estudiantes y saquea el local. No se atreven a hacer daño al
marja. Pero éste no ceja en sus críticas. Un mes después Jomeini arremete contra los ulemas que preferian mantenerse en silencio y afirma que
declararse o comportarse como apolítico es un acto haram, en términología cristiana,
un pecado.Finalmente, tras otro discurso incendiario en la madrasa durante el día de la Ashura, el 3 de Junio de 1963, un comando entra por la noche en el domicilio de Jomeini y lo envía a prisión.
La historia reconstruída por los actuales voceros del Tudeh afirma que la oposición de Jomeini y los demás ulemas a la reforma agraria se debe a que ellos -los ulemas- eran ricos terratenientes. El análisis, aparte de claramente tendencioso, presenta graves deficiencias. Aunque es verdad que algunos terratenientes eran además ulemas, este no era el caso más habitual. Pero la objeción más importante que cabe interponer es que los terratenientes como individuos no fueron en absoluto perjudicados por las reformas: todos ellos siguieron siendo ricos. Solo les fueron expropiadas parte de las tierras, generalmente las menos productivas, pero fueron indemnizados por ello y, además, de haberlo deseado, habrían podido volver a comprárselas a los campesinos poco tiempo después. La reforma no perjudicó a los terratenientes como hombres ricos, sino a los terratenientes como clase social. Cualquier terrateniente preferiría el sistema capitalista de explotación agraria, a base de jornaleros, que el sistema tradicional, mucho menos rentable.
Digan las mentiras que digan los actuales sedicentes comunistas iraníes financiados por el NED, la rebelión de Jomeini en el 63 no fue la rebelión de unos fanáticos religiosos indignados por las minifaldas y por la merma de los privilegios de los ulemas. Los millones de campesinos que habían sido lanzados a la miseria proletaria no pensaban en minifaldas cuando se manifestaban enfurecidos ante el palacio del Shá portando fotos de Jomeini. Los revolucionarios de las minifaldas no eran los iraníes: eran los pijos que hacían el idiota por París cinco años después.