miércoles, 17 de junio de 2009

LA CONCEPCIÓN DEL TIEMPO.

Hace años cuando estuvo de moda -lo reconozco- leí en la famosa novela de Milan Kundera "La insoportable levedad del ser" que para los perros el tiempo es circular. Ellos miden su vida basándose en su cotidianeidad repetida innumerables veces: la hora del paseo, la de la comida, las horas de sueño... Se supone, entonces, que cualquier alteración de esta feliz y tranquila rutina les perturba profundamente, suscitando rabia o melancolía. Aunque toda mi vida he vivido con perros, es algo en lo que no había pensado hasta ese momento.
Extrapolando esto al sentido de la Historia, creo que existen dos concepciones antagónicas que han determinado la forma de actuar de las sociedades humanas según el ámbito cultural al que pertenezcan.
Por un lado estaría la concepción lineal de la Historia, según la cual los acontecimientos tienen entidad y valor propios, puesto que ocurren una sola vez; la Historia tiene un principio y, previsiblemente, tendrá un fín, sea éste bueno o malo. Tiene, por tanto, un significado. Cada uno de nosotros con nuestras pequeñas acciones, colaboramos en ese significado e impulsamos un paso más a la Historia hacia su trágico o venturoso destino. Esta es la concepción predominante en nuestro entorno cultural, pues es la derivada del judaísmo y, por tanto, del cristianismo y el Islam y es la que, curiosamente, han recogido teorías laicas como el marxismo o el Anarquismo o cualquier ideología utópica que se plantee la reforma del mundo en el que vivimos.
Por otro lado, la concepción circular de la Historia, casi exclusiva en todas las civilizaciones antiguas y todavía hoy muy implantada en el continente asiático, invita al individuo a una tranquila resignación similar a la que podemos observar en el resto de seres vivos de la naturaleza: la Historia, como tal, no existe; es una mera repetición de ciclos más o menos duraderos, sin principio ni fín y sin más sentido que el de su propia existencia.
Es difícil decantarse hacia una de las dos opcciones, ya que ambas son atractivas y tienen sus puntos oscuros. En mi caso, existe el conflicto que espero resolver, no como tal sino como complementariedad, entre la visión intelectual o filósofica de la vida, que coincidiría con la concepción circular de la Historia, y la vital y religiosa que, de forma irremisible, me lanza a la acción transformadora en la escasa medida, claro está, de mis posibilidades. Resulta muy tranquilizador tener la certeza de que la historia consiste en ciclos reiterados en los que uno no interviene, pero igualmente me resulta imposible esta inacción resignada y contemplativa. Ojalá fuera capaz de practicarla.

2 comentarios:

. dijo...

También necesitamos ser más que partícipes de una simple relación causa-efecto (a modo de Schopenhauer). Debe de haber algún lugar con un hueco para el libre albedrío, algún lugar para encontrar la identidad.

Saludos.

Dizdira Zalakain dijo...

Hola, Bluesman. Pareces adivino. Precisamente, pensaba hablar en adelante de temas como el destino o el pesimismo, según ambas concepciones. el tema del libre albedrio me parece fundamental. Saludos.