Ayer tuve el placer de escuchar esta conferencia, igualmente didáctica e interesante, del profesor Enrique Dussel. Enrique Dussel es un filósofo de origen argentino impulsor de la llamada "filosofía de la liberación", una corriente que pretende superar el carácter opresivo que a su juicio siempre ha operado en el pensamiento occidental. Mediante estructuras de pensamiento y conceptos nuevos, no opresivos, Dussel pretende que su filosofía se convierta en una herramienta de liberación de los oprimidos.
El tema central de la disertación del vídeo versaba sobre qué es necesario para que una comunidad humana pueda convivir en un sistema político que le permita una vida digna, sin explotación ni injusticias sociales. En otras palabras, qué precisa una comunidad oprimida para liberarse. Según Dussel, tres elementos son necesarios:
1º. Una voluntad de vivir. Es decir, un deseo de cambiar la situación para lograr el objetivo de una vida digna.
2º. Una organización racional. Es decir, la capacidad de analizar los problemas y lograr acuerdos racionales para dar curso a la voluntad de vida colectiva.
3º. Los medios técnicos. Es decir, las herramientas para ejecutar esos acuerdos racionales.
Podría resumirse diciendo que se necesita querer, saber y poder.
Enrique Dussel desarrolla con gran extensión el tercer punto. No sin razón, pues siempre es éste el lugar en el que fracasan la mayoría de las comunidades que ya han superado los dos primeros puntos, es decir, que quieren vivir y que saben organizarse para lograrlo.
Según Dussel, esas herramientas son fundamentalmente las instituciones. Mediante las instituciones la comunidad puede ejercer su voluntad de vivir. Aquí Dussel se distancia con claridad de los planteamientos anarquistas y de multitud de concepciones infantiles o románticas de la izquierda, que rechazan las instituciones por considerarlas atentatorias contra la libertad. "Si la gente fuese buena, no serían necesarias las instituciones", dicen los que se plantean así las cosas. Pero el hecho lamentable es que hay gente mala. De hecho, bastaría que en la comunidad hubiese un solo malvado para echarlo todo a perder. Ese malvado se haría con el poder y nada podría impedírselo, porque la comunidad no se ha dotado de medios técnicos, de instituciones para ello. Dussel considera, por tanto, que instituciones como el ejército, la policía o los juzgados son simplemente medios y como tales no son ni malos ni buenos, pues ello depende de para qué se utilicen. El ejército se usa casi siempre para oprimir al pueblo, pero si el pueblo quiere defenderse, necesita un ejército.
Las instituciones solo son medios para dar curso a la voluntad colectiva de vivir si son legítimas, es decir, fruto de un acuerdo racional en el que todos hayan participado de manera simétrica. Eso las convierte en instituciones que ejercen delegadamente el poder, que reside en la comunidad. Es decir, las instituciones legítimas están para obedecer las decisiones de la comunidad.
¿Cómo evitar que las instituciones se corrompan, como casi siempre ocurre, y terminen siendo verdugos en vez de servidores del pueblo? La corrupción comienza cuando el poder que posee la comunidad pasa a residir en las instituciones. Pero las instituciones solo deben tener poder delegadamente. ¿Cómo se logra que ese poder sea delegado? Estableciendo una democracia representativa y participativa.
La democracia es representativa cuando la comunidad tiene la capacidad de elegir y de destituir a sus representantes. Y es participativa cuando la base del estado la constituyen organismos de poder popular, dotados de poder ejecutivo, esto es, cuando cada ciudadano puede decidir directamente sobre los asuntos que le afectan.
Hasta aquí lo que creo que es un resumen de la exposición de Dussel. En un momento de la conferencia , Dussel habla de Cuba y alaba el hecho de que su democracia sea participativa, pero lamenta que no sea representativa, ya que se vota una lista única. No sé cuál será su opinión sobre las razones y posibles soluciones de esta situación. Sin embargo, yo echo de menos en su exposición dos consideraciones que ayudarían, creo yo, a entender el problema cubano y, de paso, a reconsiderar los casos de Bolivia y Venezuela.
La primera es que en su exposición, Dussel ha hablado de las comunidades que se dotan de medios y organización racional para ejercer su voluntad de vivir como de entidades aisladas del exterior. Los problemas que se conjuran son los que surgen dentro de esa comunidad. Pero la realidad es que comunidades como Bolivia, Venezuela o Cuba no están solas en planetas aislados para ejercer libre e independientemente su voluntad de vivir. De hecho, se encuentran, por decirlo así, rodeadas de enemigos mortales, conviviendo en el mismo planeta con una aplastante mayoría de comunidades gobernadas por personas que tienen interés evidente en que ninguna comunidad, ni las suya ni ninguna, se dote de los medios para ejercer el poder.
Así que en una pequeña comunidad como Cuba, sometida no solo a un bloqueo comercial sino a un continuo bombardeo ideológico, a ataques terroristas y de elementos desestabilizadores pagados y enviados por poderosísimos países ¿se puede aplicar tranquilamente el esquema de Dussel? Eso sería como pedir aplicar estrictos protocolos higiénicos a un cirujano de campaña, que opera a un herido en una mugrosa tienda en la selva y bajo el fuego de la artillería enemiga. Si en estas condiciones Cuba permitiese las elecciones representativas, seguramente hace ya mucho que una "revolución" de colores, similar a las de Ucrania habría echado por tierra de un plumazo los logros sociales que tanto costó obtener.
La segunda consideración es la necesidad de tener en cuenta el inmenso poder de las ideologías. Para impedir que una comunidad ejerza el poder, la ideología es un arma infinitamente más efectiva y sencilla que la coacción.
La cosa es, pues, más complicada de lo que ese análisis permite deducir. Chávez y Evo Morales en cualquier momento pueden ser derrocados no ya por invasiones desde las bases aéreas de Colombia o golpes de Estado como aquel frustrado en el que participó Aznar. Contra esto es preciso implementar esa institución que Dussel, frente al infantilismo de la izquierda, estima imprescindible: el ejército.
Pero ¿qué institución se ha de implementar contra ataques de tipo ideológico como la intoxicación mediática, o las operaciones de desestabilización típicas de la CIA? Si antes dijimos que un solo malvado tiene un poder enorme frente a una comunidad de gente buena, ese poder no es solo de coacción física, también lo es de intoxicación ideológica. Seamos realistas también en esto. Las acciones malas son mucho más poderosas que las buenas. Pero también la mentira es mucho más poderosa que la verdad. la mentira es un arma terrible. Y es que verdad solo hay una pero las mentiras que pueden inventarse son infinitas. La verdad exige costosas pruebas y argumentos, la mentira no necesita esas sujeciones y puede manejarse a voluntad. Un tipo mediocre como Goebbels supo hacer triunfar unas mentiras ridículas frente a la verdad que proclamaban sin cesar los más carismáticos e inteligentes personajes alemanes. Hoy la inmensa mayoría de ciudadanos del primer mundo cree que su país es democrático y Venezuela no. De nada sirven argumentos, pruebas, esfuerzos, de nada sirve que ese ciudadano occidental vea la realidad de su país y luego se le invite a visitar Venezuela. Salvo raras excepciones seguirá creyendo lo que le dicen los periódicos y telediarios.
¿Qué hacer contra eso?
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