Antes, una cuestión terminológica. En esta exposición voy a utilizar la expresión "transnacionales" para referirme, de modo metonímico, al complejo entramado de poder económico, político y militar cuya función es trabajar para que la lógica expansionista del capital encuentre los menos obstáculos posibles. Puede sustituirse, si se desea, por "Occidente", "imperialismo USA", "OTAN", etc.
Salvando inevitables matices, y centrándonos, para no complicar aun más la cuestión, en Libia, podemos resumir así el punto clave de discrepancia.
-Para unos, las revueltas de Libia tienen origen en los deseos de libertad y prosperidad del pueblo. Estas revueltas se están llevando a cabo sin la participación o apoyo de las transnacionales. Es más, se producen en contra de esos intereses. Cuando los líderes políticos y los medios de comunicación que representan a las transnacionales dicen apoyar a los rebeldes, mienten. Lo que pretenden es engañar a los revolucionarios e intentar volver a encauzar la situación para que las cosas sigan como estaban.
-Para otros, las revueltas de Libia están instigadas y apoyadas por las transnacionales. Los libios que honestamente han participado en la revuelta están siendo utilizados por ellas. Cuando los líderes políticos y los medios de comunicación que representan a las transnacionales dicen apoyar a los rebeldes, están diciendo la verdad. Lo que pretenden es derrocar a un líder y a un sistema político que ya no les interesa.
Santiago Alba Rico y Alma Allende, en su artículo aparecido el 24 de Febrero en Rebelión, sostienen con nitidez el primer punto de vista y critican la ignorancia o ceguera política no ya de quienes sostienen el segundo punto de vista, sino de Fidel Castro, Hugo Chávez y Daniel Ortega. El error de éstos últimos sería, según Alba Rico, mucho más grave tanto por su condición de líderes ideológicos como de mandatarios con capacidad para apoyar al régimen libio.
Semejante acusación exige argumentos. Veamos los que aporta el artículo de referencia.
La mayor parte del mismo está dedicada a describir la trayectoria política de Gaddafi. En ella queda en evidencia que Gaddafi es un criminal y que, además, es aliado de las transnacionales. Pero en realidad esta parte podrían habérsela ahorrado sus autores. Creo que la mayoría, si no la totalidad, de los que hemos adoptado el segundo punto de vista, aceptamos, reconocemos y condenamos tanto los crímenes de Gaddafi como sus pactos con las transnacionales. El punto de disensión no es si el régimen de Gaddafi es malo o no sino quién está intentando derrocarlo y por qué.
Y sobre esto, el artículo apenas aporta argumentos, ni fácticos ni lógicos.
Nosotros, en cambio, aportamos los nuestros.
-Partamos de un punto claro de acuerdo entre nosotros: Gaddafi es un tirano criminal y un fiel servidor de las transnacionales, al menos lo es indubitablemente desde el 2003. Pues bien, si es así, hagámonos preguntas, como el propio Santiago Alba pide en su artículo:
a) ¿Por qué Gaddafi no es apoyado por los gobiernos y los medios que trabajan para esas transnacionales, sino que, al contrario, es denostado y amenazado?
b)¿Por qué han esperado hasta ahora los militares rebeldes para rebelarse contra él?
La respuesta que suele darse a a) es que los líderes políticos, los medios y los hombres de negocios que trabajan para las transnacionales están haciendo como que están en contra de Gaddafi, pero en realidad están a favor.
La respuesta que suele darse a b) es que, ante la magnitud de la revuelta popular, los militares han decidido cambiar de bando.
Alba Rico nos acusa de utilizar "plantillas universales de la lucha antiimperialista, con sus teorías de la conspiración y su paradójica desconfianza hacia los pueblos."
Sin embargo, la respuesta a a) no puede ser más conspiranoica. Los medios dicen que Gaddafi es malo porque en realidad lo quieren apoyar y los gobiernos amenazan y condenan a Gaddafi porque en realidad quieren que siga en el poder es una frase que hasta el más conspiranoico consideraría absurda.
Y la respuesta a b) presupone que, hasta ahora, Febrero de 2011, no ha habido revueltas populares significativas en Libia, pues de lo contrario no se explica que los militares no las hayan apoyado. Eso sí que es una paradójica desconfianza hacia los pueblos, un insulto a los que han sido masacrados por Gaddafi en los últimos años y una notable falta de documentación historica. Ninguna de las masivas revueltas libias, egipcias o argelinas de los últimos 30 años ha recibido apoyo del presidente de los EE.UU. ni del ABC o la CNN. Y, no por casualidad, tampoco ninguna ha ido acompañada de una sublevación del ejército.
Ahora nos toca responder a nosotros a esas preguntas:
a)¿Por qué no es Gaddafi apoyado por los gobiernos y los medios que trabajan para las transnacionales, sino que, al contrario, es denostado y amenazado?
Para contestar adecuadamente la pregunta, es útil reformularla así: ¿por qué no fue apoyado hasta 2003, fue apoyado de nuevo a partir de entonces y hoy vuelve a no ser apoyado? Estos cambios en los apoyos los he resumido aquí. Pero pueden ser resumidos aun más contestando así a la pregunta: Porque en 2003 Gaddafi abrió las puertas a que las transnacionales se apropiaran de buena parte de los recursos naturales del país y en 2009 amenazó con cerrarlas de nuevo, sintomáticamente, tras mantener reuniones y firmar pactos de cooperación con Venezuela.
b) ¿Por qué han esperado hasta ahora los militares rebeldes para rebelarse contra Gaddafi? Sencillamente porque ellos, al contrario que Santiago Alba Rico, saben que ahora van a contar con la ayuda de algo más que unos cuantos miles de libios armados con banderas. Por eso no lo han hecho hasta ahora. Son militares y saben perfectamente que el modo de derrocar a un régimen como el de Gaddafi exige tener más poder militar -disuasorio o efectivo- que él. Ahora o lo tienen o creen que pueden tenerlo.
Eso no es conspiranoia, es triste realismo, que por desgracia tanto suele escasear en los filósofos de izquierda.
Hay otros aspectos del artículo que me parecen criticables. Por ejemplo, su teoría de que "no hay en los levantamientos populares árabes ni asomo de socialismo, pero tampoco de islamismo" solo podría ser en parte aceptable si se refiere a éstos levantamientos populares, a los de 2011. Pero ¿se puede mantener tal cosa de los levantamientos populares de los últimos treinta años en, por ejemplo, Argelia o Egipto? Precisamente el hecho de que los revoltosos de 2011 no tengan que ver con los revoltosos de los últimos 30 años debería ponernos en alerta de que seguramente esos revoltosos no son genuinos revoltosos. Quizá por ello sean los únicos revoltosos bendecidos por la Fox o por Hillary Clinton.
Dice Santiago Alba “Fusil contra fusil” es la canción de la revolución; “misil contra civil” es algo que no podemos aceptar. Pero el poder retórico de tal argumento pierde toda su fuerza por el hecho -quizá menos claro cuando fue redactado el artículo- de que los bombardeos a la población civil a los que tantas veces alude son una mentira y, por cierto, de calibre muy grueso. Que en una situación de golpe de estado, el gobierno amenazado bombardee una ciudad que controla, en vez de una ciudad rebelde es una idea demencial.
Pide Santiago Alba unión a los antiimperialistas. Yo también. Y una buena manera de lograr esa unión es tener un poco de humildad. El filósofo y ensayista no puede pretender desde su despacho saber más de revoluciones populares y golpes de estado que Fidel Castro, Hugo Chávez y Daniel Ortega desde sus trincheras respectivas.