Está claro que, cuando se celebra el día de algo, es porque el resto del año no se hace el menor caso de eso que estamos conmemorando con tanto ahínco. Suele servir, eso sí, para que los políticos repitan sus soporíferos tópicos. Siempre he creído que guardan una primera versión de sus discursos en un archivo y la repiten todos los años, ajustando algún dato que haya variado; eso, en el caso de que sus secretarios revisen las sandeces del año anterior.
En este mundo bipolar e hipócrita, celebramos el día contra el racismo, mientras tratamos como delincuentes a los extranjeros, el día de los derechos humanos, mientras masacramos poblaciones inocentes, el día del discapacitado, mientras los explotamos en una especie de nuevos guetos que denominamos talleres de empleo protegido. Podríamos escribir una lista interminable: día del agua, de la tierra, de los rubios con pelo rizado, de los pelirrojos bajitos y venga a organizar happenings que banalicen el verdadero contenido de las reivindicaciones.
En este caso nos toca el día del libro. Es sabido que España va a la cola de Europa en nivel de lectura. No se leen libros, ni periódicos, ni los prospectos de las medicinas, ni las instrucciones del DVD. Creo que lo más larrgo que lee un español medio es la lista de la compra, en el caso de que la lleve escrita y no improvise sobre la marcha.
Sin embargo, el 23 de abril, como por arte de magia, las calles se llenan de lectores ávidos a la caza del bestseller con un 10% de descuento. Y, efectivamente, lo encuentran porque en todos los puestos están los mismos libros clonados. Se diría que estamos en una sala de espejos y, miremos donde miremos, nos encontramos con el ladrillo de los hombres que no amaban a las mujeres o con la sensiblera historia del niño con el pijama a rayas, alguna obrita del último premio Nobel, como es de rigor y, poco más. Estos diez títulos pasan de mano en mano y, si tú no los has leído, estás fuera del mundo, de la misma forma en que lo estás si no ves las bazofias de series que echan en la TV o si no escuchas los 40 lamentables.
Qué paradoja. la de este capitalismo corrompido y falsario que, por un lado nos promete una inmensa oferta de oportunidades para consumir y la libertad sin censuras para hacerlo y, por otro nos uniformiza imponiéndonos la uniformidad más mediocre gracias a la censura económica que es mucho más sutil y compatible con nuestro maravilloso sistema democrático. Las alternativas son variadas: libros de autoayuda, novela pseudohistórica, ensayos revisionistas sobre la guerra civil española y novelitas con intriga, con acción. Por mucho que rebusco solo encuentro basura. Será que soy una inadaptada, así que comenzaré por la autoayuda. Ya después me culturizo si eso...
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sábado, 25 de abril de 2009
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